jueves, 12 de diciembre de 2013

¿Puede un terrorista alcanzar el Nobel de la Paz? Mandela y la ETA.

(Artículo publicado hoy en Atlántico Diario)
Si yo fuera el Ministro Wert decretaría que la vida de Nelson Mandela fuera enseñada en los colegios. Fue el líder de la lucha contra el “apartheid”, y tras 27 años en prisión llegó a ser el primer Presidente de Sudáfrica elegido por sufragio. Trabajó a favor de la igualdad entre negros y blancos en una transición sin venganzas ni violencia, defendiendo el perdón y la reconciliación: por ello recibió el Premio Nobel de la Paz en 1993.
Pero es indiscutible que Nelson Mandela había sido un terrorista. El año 1953 dijo en un discurso que el tiempo de la resistencia pacífica había acabado, y cuenta en su libro “Conversaciones conmigo mismo” (pag. 108) que envió a compañeros del partido a China con la misión de conseguir armas para iniciar la lucha armada. Mandela fue detenido, y tras ser liberado tuvo que continuar su actividad política en la clandestinidad. Llegó a ser el líder del MK (el brazo armado del partido Congreso Nacional Africano, CNA). El 16 de diciembre de 1961 Mandela dio la orden de colocar varias bombas en centrales eléctricas y en oficinas del gobierno sudafricano en varias ciudades. Ese día murió el primer militante del MK, y Mandela dijo: “no se pueden evitar bajas cuando empiezas un nuevo método de actividad política”. En 1963 fue detenido, y en su juicio declaró que, tal como defendía su partido, creía en la “no violencia” como principio; pero años después confesó que realmente consideraba la proclamación de la “no violencia” una táctica, y que habían usado la violencia cuando la consideraba necesaria, en la organización MK y con el visto bueno y el apoyo de la ejecutiva del CNA. Amnistía Internacional le atribuyo en un informe 193 actos de terrorismo cometidos esos dos años, cuyas numerosas víctimas mortales nadie ha querido contar. Mandela fue condenado a cadena perpetua.
La historia de Mandela tras su salida de la cárcel en 1990 es bastante conocida. Había sido un terrorista, pero ya no lo era. “Mientras salía hacia la puerta que me llevaría a la libertad, supe que si no dejaba atrás mi amargura y mi odio, seguiría prisionero", dijo Mandela. Se podría comparar a Mandela con los terroristas vascos, a ETA con el MK, y a Amaiur y a Bildu con el CNA. El artículo 25 de la Constitución Española establece que las penas privativas de libertad deben estar orientadas hacia la reeducación y la reinserción social: lo que se busca es que el delincuente deje de serlo. Algunos políticos no quieren hablar de reinserción porque les puede costar perder votos, y se oponen a los derechos humanos, los que defiende el Tribunal de Estrasburgo, los que nos protegen de los abusos del Estado, que se deben aplicar a todos los seres humanos sin excepción. La mejor manera de acabar con el terrorismo, con la violencia y con los delitos es con la educación y con la reinserción, no con la mano dura y la represión del estado, que suele llevar al absolutismo y a la tiranía. Fue Mandela quien dijo: “la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo”.
¿Quién iba a decir hace 30 años que un terrorista encarcelado por delitos de sangre iba a congregar en su funeral a casi todos los líderes del mundo, y a recibir el reconocimiento agradecido de tantos millones de personas? En Forrest Gump aprendimos que “tonto es el que hace tonterías”; pero el que hizo tonterías hace tiempo no tiene por qué ser tonto ahora. Lo mismo se puede decir de los terroristas de ETA que salen de la cárcel. Fueron terroristas. Ya no lo son (salvo que vuelvan a cometer actos de terrorismo), y quien diga que lo son atenta contra los derechos humanos, y contra el espíritu y la letra de la Constitución. Espero que el ejemplo de la vida de Mandela sirva para que muchos vean claro que los terroristas de ETA que han cumplido su condena deben ser considerados reinsertados: y quizá alguno de ellos pueda llegar a ser Presidente de Euskadi y Premio Nobel de la Paz.
“He buscado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que todas las personas vivan juntas, en armonía, y con iguales oportunidades. Es un ideal que espero vivir y alcanzar. Y, si fuera necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a dar la vida”. Ojalá todos compartiéramos ese ideal de un gran hombre que ahora duerme eternamente: Nelson Mandela, conocido en su país como Madiba.

Enlace a interesante artículo histórico ("Qué pasó con Nelson Mandela") y su lucha política y armada.

"El mensaje de Mandela (...) es un mensaje de esperanza relativo a la capacidad de las sociedades modernas para lograr la superación de los conflictos a través de una mutua comprensión y una atenta paciencia. Para conseguirlo, hay que basarse en los derechos, cuya violación, cualquiera que sea el autor, debe provocar nuestra indignación. No cabe transigir respecto a estos derechos." Stéphane Hessel, ¡Indignaos!

Otra enseñanza de Mandela: hay cosas en las que no creemos ahora pero en las que quizá creamos en el futuro (¿en qué creía Madiba en sus años de terrorista? ¿en qué creía al salir de la cárcel?).
No juzguemos a nadie sólo por su pasado.

5 comentarios:

  1. Totalmente cierto de que un terrorista, delincuente o asesino una vez que se reinserta de nuevo en la sociedad deja de serlo pero para eso tienen que estar arrepentidos de lo hecho y deberían pedir disculpas por las atrocidades cometidas. En el caso de España tenemos el logro de la "vía nanclares" donde un grupo de antiguos terroristas se arrepienten, piden disculpas por sus actos a los familiares que asesinó. El problema es que muchos de los delincuentes que salen a cuenta de la "Ley Parot" no muestran arrepentimiento y por lo tanto siguen siendo delincuentes.

    Otro ejemplo de transformación de terroristas a democratas lo tenemos en Irlanda con miembros del Ira y que ahora forman un Partido político.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buen ejemplo el de Irlanda.
      No me parece correcto decir que hay delincuentes que salen "a cuenta de la Ley Parot": cuando fueron condenados no estaba vigente la Ley Parot, por lo que -aunque a muchos les parezca lo más adecuado- no se les puede aplicar la doctrina Parot para prolongar su privación de libertad. Sólo se pueden aplicar las leyes y condenas vigentes en el momento del delito. Si la Ley estaba mal o podía haber estado mejor hecha, la culpa es de los legisladores.
      El fuero interno de una persona, sus sentimientos, no son juzgables ni condenables (para algunos sí que pueden ser juzgado por poderes que no son de este mundo: la Iglesia, la Inquisición, Dios...) Sólo son punibles las cosas que uno hace o dice. A nadie se le puede condenar por odiar a otra persona, ni por no arrepentirse de algo que ha hecho: declarar el arrepentimiento suele ser una falsedad, y no garantiza que no se reincida. Sólo si la falta de arrepentimiento lleva a cometer algún acto ilegal puede actuar la justicia. No estoy de acuerdo, por tanto, en que un delincuente no arrepentido que ha cumplido su condena siga siendo un delincuente. Si un padre asesina al violador de su hija y cumple la condena, al salir de la cárcel está rehabilitado: no creo que se arrepienta de lo que hizo, y no por eso sigue siendo un delincuente.
      Un saludo.

      Eliminar
  2. Estoy convencido que los etarras que están saliendo de la cárcel estos días no volverán a delinquir. Pero tengo mis dudas que hayan abandonado el fanatismo que los llevó a asesinar a inocentes ciudadanos que habían cometido el “terrible delito” de ser españoles o trabajar para el gobierno español.
    El caso de Inés del Río resulta paradigmático. Durante los veinticinco años que estuvo en la cárcel se negó a participar en actividades organizadas por el centro penitenciario. Sólo hablaba con otras reclusas de la organización. Siguió a rajatabla las órdenes de la banda - de la banda terrorista, me refiero - sobre no aceptar beneficios penitenciarios.
    Sale de la cárcel con las mismas ideas con las que entró. Es posible que no vuelva a cometer más atentados, pero no por falta de ganas, es que a los cincuenta y cuatro años ya no está el cuerpo ni la mente para “heroicidades euskaldunas”.

    No hay más que ver la alegre comitiva que, entre ondear de ikurriñas, acude a dar la enhorabuena al miembro de la cuadrilla, que por “culpa” del deleznable Estado Español, faltó durante unos años al rito del poteo.
    Un terrorista es un fanático. Alguno puede abjurar de las ideas que le llevaron a pasar la mayor - y la mejor - parte de su vida entre rejas. Pero me temo que otros muchos, no. Entre ellos, Inés del Río.

    ResponderEliminar
  3. Gracias por tu interesante comentario, Julio. No conocía bien el caso que comentas de una etarra: sin duda habrá muchos otros que salen de la cárcel y siguen con ideas violentas y fanáticas. Deberían estar sometidos durante cierto tiempo a cierta supervisión, quizá control psico-médico-social ¿?
    El problema es que estamos rodeados de muchos fanáticos, de uno u otro signo. Sólo con educación se puede evitar. Considero que el sentimiento antiespañol (y xenófobo) que se vive en Euskadi y en Cataluña (y empieza a verse en Galicia) es consecuencia de la educación nacionalista que se imparte allí, promovida por sus Gobiernos autonómicos.
    Sin duda la sociedad tiene que prevenir sentimientos de odio sobre todo si están basados en mentiras. Y prevenir futuras ilegalidades de esas personas que han sido terroristas. Pero lo prioritario `para conseguir que esto no acabe muy mal es, como en medicina, la prevención. Un saludo.

    ResponderEliminar
  4. Rosa Diez siendo socialista estaba a favor del acercamiento de presos de ETA a Euskadi para fomentar la reinserción. ¿Y por qué ahora en UPyD no?
    http://www.elmundo.es/elmundo/1999/septiembre/07/nacional/reaccioneseta.html

    ResponderEliminar