En noviembre de 2014 Luciana Miguel dimitió de su cargo en el Consejo de Dirección de UPyD. Pero hasta hace unos días (Ver) Rosa Díez y su equipo ocultaron esa información, faltando a la transparencia e incumpliendo sus propios Estatutos. Y la dimisión de la médico segoviana cobra ahora un valor que puede ser trascendente para el futuro -o no futuro- del partido.
Veamos por qué:
En el Congreso de UPyD celebrado en noviembre de 2013 fue aprobada la composición del Consejo de Dirección (CD): una lista de 21 miembros encabezada por Rosa Díez (Ver).
Los Estatutos del partido establecen (Art. 30,5) que si la mayoría de ellos (11) dimiten o causan baja por cualquier motivo, será obligatorio disolver el CD, nombrar una Gestora y convocar un Congreso Extraordinario en el plazo de tres meses, donde se elegiría otro Portavoz y otro CD.
En diciembre del año pasado fue sonada la dimisión como miembro de ese Consejo de Ignacio Prendes, el diputado asturiano de UPyD, por discrepancias con Rosa Díez: Ver.
Previamente a él ya habían sido cesados dos miembros (Fernando Maura y Beatriz Becerra, supuestamente por considerar Rosa que debían centrarse en sus puestos de eurodiputados), y había dimitido por motivos personales Pilar López.
En enero escribí dos artículos advirtiendo de esa circunstancia: como ya eran cuatro las bajas, animaba a los demás Consejeros (pasando lista uno a uno: Ver) a dimitir para, en caso de llegar a 11, forzar la renovación de la cúpula del partido, factor determinante para muchos de la caída en picado de UPyD.
Aparentemente mi artículo no obtuvo respuesta.
Pero la crisis de las elecciones andaluzas (pésimos resultados de UPyD y negativa de Rosa Díez a aceptar cualquier responsabilidad) provocó la dimisión de cuatro miembros del Consejo de Dirección: Álvaro Anchuelo, Irene Lozano, David Andina y Rodrigo Tena (Ver). Una semana después, tras un reunión del Consejo Político en la que dos tercios de los integrantes ratificaron la postura inmovilista de Rosa Díez, también dimitió Luis de Velasco (Ver).
Debe tenerse en cuenta que la dimisión de Irene Lozano no cuenta a efectos de lo que establecen los Estatutos, pues Irene no figuraba en la lista aprobada en el Congreso de 2013 sino que fue incorporada por Rosa Díez a mediados de 2014 en sustitución de uno de los Consejeros originarios que causó baja.
Cuando yo escribí mis artículos en enero de este año, no se sabía nada de la dimisión de Luciana Miguel (que se había producido en noviembre del año pasado): su nombre seguía figurando en la lista de miembros del CD que apercía en la web de UPyD. Fue a raíz de las dimisiones de los cuatro miembros del Consejo de Dirección que se produjeron el pasado 23 de marzo y se empezó a especular sobre la posibilidad de que llegaran a ser once las bajas, cuando la dimisión de Luciana Miguel salió a la luz: y eso ocurrió el día 24 de marzo (Ver). Y fue entonces cuando UPyD borró su nombre en su página web.
Por cierto, aunque Luciana Miguel abandonó su cargo por motivos personales, ha afirmado que si no lo hubiera hecho en noviembre lo habría hecho ahora, apoyando la dimisión de los otros consejeros críticos contra Rosa Díez (Ver).
UPyD, que tanto presume de transparencia (ya sabemos que cometió un fraude manipulando el estudio de Transparencia Internacional que tanto le gusta citar: Ver) ocultó una información sensible, en su propio interés, demostrando una vez más lo que todos los ex afiliados denunciamos: sus mentiras y su falta de transparencia.
Luciana Miguel estaba en su derecho a mantener silencio sobre su dimisión, pero no UPyD, que según sus propios Estatutos (Art.7,3) está obligado a respetar el derecho de los afiliados a: "Ser informados acerca de la composición de sus órganos directivos y de administración, las decisiones adoptadas por sus órganos directivos, las actividades realizadas y sobre su situación económica." (Ref).
Los nominados podrían ser David Ortega, Francisco José González, Gorka Maneiro... Creo que los otros son deudos y fieles servidores de la Diva y Portavoz de UPyD, y no tienen el mínimo nivel democrático ni dignidad como para dimitir.
El caso es saber si aún estamos a tiempo de salvar el proyecto de UPyD, en el que tantos hemos creído y muchos podrían volver a creer; o bien si Rosa y los despóticos oligarcas que la rodean y protegen ya se lo han cargado irremisiblemente. Es el más difícil todavía: no basta con una regeneración de UPyD: hace falta una resurrección. Qué mejor día que hoy -sábado santo- para esperar que ocurra ese milagro. Y Rosa que haga lo que quiera con sus 30 monedas...
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