Como otros muchos lugares, por esa calle pasean miles de personas distintas: hombres y mujeres de todas las edades, de diversas nacionalidades y razas, hablando diversos idiomas. Pienso que lo que es común en todos ellos es que quieren disfrutar de la vida, ser felices: empaparse del encanto de ese lugar mágico... Y es evidente que la diversidad cultural que late en el corazón de Barcelona es un ingrediente principal para el éxito de la receta y su atractivo.
Una vez más nos ha conmocionado la noticia de un atentado terrorista. Nos hemos sentido muy unidos a las víctimas directas, pero también a todos los afectados por unión y simpatía con ellas: lo que en definitiva nos incluye a todos, en la medida en que todos somos capaces de sentir empatía y de ponernos en su lugar.
Yo ahora podría estar muerto si hubiera estado en ese sitio a esa hora. O cualquiera de nosotros o de nuestros conocidos. Y el dolor que todavía me hace llorar al escribir estas letras me une en un abrazo a todos vosotros, a todas las víctimas físicas o "espirituales" de esta agresión.
El efecto principal de atentados terroristas como los que hemos sufrido estos días es un grandísimo dolor que hace que se tambaleen los cimientos de nuestra alma y de nuestra sociedad... un dolor muy cruel que se mantendrá en el tiempo, plagado de ausencias y de secuelas...
Pero sabemos que no ha pasado el peligro: que disparos, bombas y atropellos se pueden repetir en cualquier momento; que siguen siendo una amenaza para todos y cada uno de nosotros y de nuestros seres queridos, y para nuestro futuro como sociedad.
Es duro reconocerlo, pero hay mucha gente que se ha alegrado con esos atentados terroristas (Ver). Negarlo sería una estupidez y un suicidio. Y hay mucha gente, fanáticos musulmanes, que sigue preparando atentados similares.
Por todo ello, el objetivo final de mi reflexión y que me lleva a escribir esto es doble.
Por un lado hacer un llamamiento a la unidad de todos los que no nos alegramos con ningún atentado terrorista del signo que sea; de todos los que no aceptamos la violencia como respuesta a ningún problema; de todos los que queremos vivir felices en un mundo seguro donde reine la paz y el respeto mutuo, y donde podamos pasear por cualquier lugar sin miedo; de todos los que consideramos que lo que nos une y hermana a todos los seres humanos es mucho más fuerte y útil que las diferencias de creencias, raza, idioma o nación a la que pertenezcamos... Mi deseo es que todos los que compartimos estas ideas y sentimientos nos unamos más, de sentimiento y de obra, espoleados por la dura realidad de este sangriento atentado terrorista.
Y una vez asumido que tenemos que reactivar el camino de la unión, lo que espero que hagamos es, desde la calma y la prudencia, exigir a nuestros representantes elegidos democráticamente que afronten el problema del terrorismo de origen islamista, lo estudien, y tomen todas las medidas necesarias, dentro de la legalidad y respetando todos los derechos humanos, para acabar con ese gravísimo problema que no hace sino crecer.
(Ver noticia - Referencia) |
Este deseo y decisión implica que no podemos seguir el juego de los enemigos de la unidad de la gran familia humana, de los que alimentan (cuando no inventan) lo que nos separa, y lo hacen fomentando el odio y la violencia. Pretenden disgregarnos ocultando sus verdaderos intereses políticos y económicos... y quizá sin darse cuenta de la gravedad de sus actos nos dejan a merced de nuestros verdaderos enemigos. Se ha comprobado en Cataluña: Ver. Ver.
Tenemos que conseguir para nosotros y para nuestros hijos un mundo más unido, más justo y más seguro: donde todos podamos ser más felices. Miremos a Las Ramblas con esperanza, no exenta de amargura y de dolor, y reiniciemos con decisión esa tarea.
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