En la entrada de la fortaleza de El Castro de Vigo se puede ver un bloque de piedra con la siguiente inscripción (grabada en gallego): "LUGAR DE LA MEMORIA. A los 136 hombres asesinados en este lugar por el franquismo entre 1936 y 1942. Por defender la libertad. EL PUEBLO NO OLVIDA. Vigo 16 octubre 2010".
Esos hombres que murieron por defender sus ideales y la libertad merecen todo nuestro reconocimiento.
Pero eso no nos puede hacer olvidar a las otras víctimas, los del otro bando, que también lucharon por defender sus ideales y la libertad, y que también fueron asesinados.
Resulta cínico ver cómo muchos pretenden que se olvide a esas víctimas, proclamando paradójicamente que "el pueblo no olvida".
Tenemos el ejemplo de Guernica, donde el llamado Museo de la Paz recuerda a 150 victimas del bombardeo alemán: pero no se mencionan nunca a los 250 asesinados a sangre fría en los barcos-prisión de Bilbao, entre los que estaban dos ex alcaldes de Bilbao y uno de San Sebastián (cuyos delitos fueron no secundar los planes de la República o ser católicos). ¿A alguien se le ocurriría abrir un Museo en Bilbao para recordar esa masacre, incitando al odio y a la revancha, como hacen en el cínicamente llamado Museo de la Paz de Gernika? Y ese es solo un ejemplo.
Los defensores de la república solo hablan de viles asesinatos llevados a cabo por los nacionales y por los franquistas; pero silencian que la República y sus partidarios más radicales también torturaron y asesinaron a miles de españoles que simplemente querían libertad para poder vivir sus ideales. Entre ellos a unos 10.000 curas, religiosos, monjas y seglares católicos. En la Guerra Civil se cometieron atrocidades por parte de ambos bandos: no es justo ni ético construir una memoria histórica recordando y honrando sólo a las víctimas del franquismo.
¿POR QUÉ MEDIA ESPAÑA SE ALZÓ CONTRA LA REPÚBLICA?
El 16 de febrero de 1936 se celebraron unas elecciones generales que fueron de todo menos limpias, en una campaña en la que murieron cerca de un centenar de personas por episodios de violencia política. El resultado estuvo igualado, y con los datos que se han podido rescatar se estima que se produjo un empate técnico, con cuatro millones y medio de votos para el Frente Popular de izquierdas y la misma cantidad de votos para el Frente Nacional de derechas.
Pero ese mismo día los partidos de izquierdas salieron a la calle en Madrid, en plan faccioso, proclamando su victoria, y forzando la dimisión del Presidente centrista Portela Valladares.
Manuel Azaña, líder del Frente Popular, fue nombrado presidente del Gobierno sólo tres días después de esa jornada electoral, sin esperar la resolución de las denuncias que se habían presentado por fraude electoral y sin que se celebrara la segunda vuelta que había que hacer en algunas circunscripciones. Las autoridades locales nombradas por Azaña manipularon las Actas electorales de aquellas votaciones, por lo que nunca podremos saber cuál fue el verdadero resultado. Historiadores posteriores de izquierdas se empeñaron en defender que no se había producido un pucherazo.
Pero es muy aclaratorio saber que el Primer Presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, que no era de derechas y que fue destituido ilegalmente en abril del 36 por el nuevo Gobierno de izquierdas, afirmó que el Frente Popular había ganado las elecciones fraudulentamente, que no había obtenido la mayoría absoluta "pero logró conquistarla violando todos los escrúpulos de legalidad y de conciencia", "sin esperar al fin del recuento del escrutinio y la proclamación de los resultados, desencadenando en la calle la ofensiva del desorden". Y nadie se atrevió a hacer nada por miedo a represalias.
Con el Gobierno del Frente popular comenzó el caos. Se cerraron los periódicos que criticaban al Gobierno, y se recrudeció la persecución contra la Religión (con nuevos episodios de quema de iglesias). A finales de marzo comenzó la llamada "revolución de los campesinos", en la que miles de jornaleros ocuparon las fincas, produciéndose violencia y muertos, y sobre todo inseguridad legal. Fueron asesinadas muchas personas afines a la derecha y a la religión (contabilizados 270 en los meses previos a la guerra), y el 13 de julio caía José Calvo Sotelo, líder de los conservadores, tiroteado por unos guardaespaldas de Indalecio Prieto, el líder del PSOE... Y ante todos los actos de violencia llevados a cabo por socialistas, comunistas y anarquistas, la policía y el Gobierno de la República miraban para otro lado...
El verano de 1936 España iba camino de convertirse en un estado satélite de la Rusia Soviética: no olvidemos que los Republicanos enviaron a Rusia todo el oro del Banco de España. Por eso es fácil entender por qué el 18 de julio la mitad de los españoles se alzaron contra la República -contra la dictadura que estaba imponiendo en la práctica- y tomaran las armas, saliendo de su zona de confort, dispuestos a morir para conseguir la libertad, para poder vivir en una España mejor para ellos y para sus hijos... Y muchos -efectivamente- murieron... Todos ellos merecen también nuestro recuerdo y reconocimiento, porque murieron por defender sus ideales. El mismo recuerdo y reconocimiento que merecen los que murieron defendiendo la República.
Todo aquel que haga historia o política hablando de las víctimas del franquismo debería terminar diciendo -si quiere ser justo- algo así como: DESCANSEN EN PAZ TODAS LAS VICTIMAS DE LA REPÚBLICA, DE LA GUERA CIVIL Y DEL FRANQUISMO. NUNCA MÁS GUERRA, NUNCA MÁS VIOLENCIA. Así sea.
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