La llamada "Guerra de los treinta años" comenzó en 1618 como un conflicto religioso entre católicos y protestantes, pero pronto se transformó en una lucha por el poder entre las potencias europeas: una sangrienta guerra en la que se emplearon masivamente ejércitos de mercenarios (que luchaban en el bando de quien más les pagaba, y que no respetaban a nada ni a nadie). El Rey de España tuvo que apoyar al emperador Alemán por ser su aliado y pariente (de la Casa de Austria), y cuando Francia entró en el conflicto, declaró al guerra a España.
Cuando en 1640 Felipe IV, Rey de España y Conde de Barcelona, pidió colaboración para la guerra a sus súbditos catalanes, sus gobernantes locales se opusieron. Apelaron a sus privilegios tradicionales (en principio podían negarse a proporcionar soldados para luchar en el extranjero) y a que la guerra les perjudicaba económicamente, al suspender la importante actividad comercial que mantenían con Francia. También se oponían a la reforma llamada La Unión de Armas, propuesta por el Valido del Rey el Conde Duque de Olivares, que era una reforma que pretendía la uniformidad administrativa y legal de todos los reinos y territorios de la monarquía española; también pretendía la unión militar, con reclutamientos forzosos en todos los territorios...
El pueblo catalán también protestaba por los altos impuestos exigidos para sufragar la guerra, y por los abusos que los soldados del ejército español (muchos de ellos mercenarios) causaban a su paso por su territorio, camino del Rosellón francés. El día del Corpus de 1640, tras la procesión, un grupo de campesinos y segadores se manifestaron indignados, y acabaron asesinando, en la playa de Barcelona, al representante de Felipe IV, el Conde de Santa Coloma, Virrey de Cataluña: así daba comienzo lo que se conoce como "La Revolución de los Segadores" (Els Segadors) o "La sublevación de Cataluña".
El clima social contrario a la monarquía española fue subiendo de temperatura. Los tumultos se sucedieron y fueron asesinados varios funcionarios reales. Los políticos de la Generalitat de Cataluña, que inicialmente habían colaborado para rechazar los ataques franceses (caso del Conseller Francesc de Tamarit), perdieron el control sobre los violentos revolucionarios, y les apoyaron al menos con su permisividad. Y al saber que las tropas del ejército español se dirigían a Barcelona para imponer el orden por la fuerza, y al llegarles noticias de abusos que cometieron en el camino con los prisioneros, temieron represalias y se acabó imponiendo la opinión de plantar cara al rey Felipe IV, de sublevarse. Y consideraron que la mejor solución era acceder al ofrecimiento de ayuda y de protección que les había hecho el Cardenal Richelieu, representante del Rey de Francia. El canónigo Pau Clarís, presidente de la Generalitat, redactó un memorial de agravios ("España nos roba", que diríamos ahora) para justificar la rebelión, y con el aval del llamado Consell del Cent (equivalente al pleno municipal de Barcelona), repudiaron al Rey de España y pusieron el Principado de Cataluña bajo soberanía francesa, nombrando al Rey francés Luis XIII Conde de Barcelona.
Las tropas francesas desembarcaron en Barcelona y asumieron su defensa, y consiguieron derrotar al ejercito realista (del Rey de España, no confundir con el Real Madrid) en la batalla de Montjuic (26 de enero de 1641). Un mes después moría Pau Clarís, el mismo día que desembarcaba el conde Philippe de la Mothe, enviado del Rey de Francia, y asumía plenos poderes. Los franceses se hicieron con el control de Cataluña, que pasó a ser un territorio francés dirigido por Virreyes nombrados por Luis XIII (y a su muerte dos años después, por Luis XIV, "el Rey Sol").
Cataluña dejó de ser española. Pero no dejó de ser católica: y un ejemplo de ello es que mantuvo sus Tribunales de la Inquisición, pero éstos se desconectan del Inquisidor de España, y pasaron a ser elegidos y controlados directamente por la Santa Sede. Pero con el paso del tiempo muchos catalanes empezaron a comprobar que las cosas no eran como esperaban (entre ellos el mencionado Tamarit, que abandonó la política). Los soldados franceses en Cataluña, muchos de ellos también mercenarios, cometieron tantas tropelías o más como las que habían cometido años atrás los ejércitos de Felipe IV. Y Francia obligó a la Generalitat a sufragar los gastos de su ejército ocupante... En 1645 las autoridades galas descubrieron una conspiración en Barcelona contra los franceses: fueron ejecutados dos miembros de la Generalitat.
En 1648 Francia y Alemania firmaron la Paz de Westfalia, terminando la guerra de los 30 años y fijándose nuevas fronteras en Europa. Respecto a Cataluña, no se tocó el asunto en el Tratado, porque Francia consideraba que era suya, por conquista o invasión: una invasión pacífica debido al beneplácito que le había dado Pau Clarís y el Consejo Catalán en su reacción antiespañola, de la que ahora cada vez más catalanes comenzaban a arrepentirse. Sin embargo España, que perdió en esa guerra el dominio sobre los Países Bajos (Holanda), no renunció a Cataluña.
En 1651 el Rey Felipe IV llamó a la península a su hijo natural Don Juan José de Austria, mariscal y virrey en Nápoles y en Sicilia, y le nombró Virrey de Cataluña, encargándole la recuperación de los territorios ocupados por Francia. Un año después, tras un sitio que duró 15 meses, Barcelona se rindió a Don Juan José de Austria. Se instauró la paz, la monarquia hispànica reconoció las Constituciones Catalanas, y el principado volvió a estar bajo la corona española.
La Paz de los Pirineos se firmó en una isla en el río Bidasoa, entre Irún y Hendaya. En verde, los territorios que España entregó a Francia para recuperar el control de Cataluña. |
El año 1659 se firmó la Paz o Tratado de los Pirineos: España cedía a Francia el condado de Artois y diversos territorios centroeuropeos, pero recuperaba plenamente Cataluña, aunque Francia forzó para que la nueva frontera se estableciera en la línea divisoria natural de los Pirineos: el Tratado establecía que todo lo que quedaba al norte de esas montañas pertenecía al Rey de Francia, y lo que quedaba al sur al Rey de España. Por ello, España perdió el dominio del Rosellón y de una parte de la Cerdaña (Condados catalanes desde la época de la Marca Hispánica) que pasaban a depender de Francia. Y aunque el Rey Luis XIV se comprometió a respetar los usatges o privilegios catalanes de esos territorios, pero poco después los derogó, y en 1.700 prohibió el uso público del catalán en dichas comarcas. Según establecía el mismo tratado de los Pirineos, el Rey Felipe IV decretó un indulto ("declaración de abolición y perdón") para todos los rebeldes catalanes. Y con la paz se recuperó la normalidad institucional.
Esta fue la segunda vez que un Rey español salvó a los catalanes de caer en poder de los franceses. La primera fue Jaime I el Conquistador firmando el tratado de Corbeil en 1258 (ver artículo anterior). Si a Felipe IV le hubiera dado igual su futuro, si no sintiera a Cataluña como parte substancial de España, hoy Cataluña sería una parte más de Francia: no tendría ninguna singularidad política... ni se hablaría el catalán.
Nota 1: Pau Clarís y los dirigentes catalanes (Generalitat, Consell del Cent...) de esa época son los responsables de que Cataluña y España perdiéramos la mitad de la Cerdaña y el Rosellón. Si no hubieran permitido los desórdenes de la revuelta de los segadores, y si hubieran cumplido la ley y obedecido a la legítima autoridad, no habrían entregado Cataluña al poder de Francia y de su ejército, y no habría sido necesario entregar esos territorios españoles y catalanes a cambio de restaurar la paz y lograr que Luis XIV y todos los suyos se retiraran del resto de Cataluña.
REF: artículo de Jesús Lainz. |
¿Alguien cree que el presidente de la Generalitat creó en 1640 un grupo de WhatsApp con los otros Consellers? Pues tampoco nos creemos la mentira de que Pau Clarís proclamó entonces la República de Cataluña, como afirman los nacionalistas en su publicidad engañosa. No hay ningún documento verídico que avale esa afirmación. Y es algo absurdo plantear una República, que se fundamenta en el imperio de la ley, partiendo precisamente del incumplimiento de la ley. Se puede afirmar que hasta el periodo de la Ilustración, un siglo después, no se definió el estándar de lo que habría de ser una República. En cualquier caso, si por República se quería entender un gobierno sin Rey, Cataluña simplemente pasó de estar sometida al Rey de España a estarlo al de Francia, que -como demostró- era más absolutista y menos respetuoso con las tradiciones y derechos adquiridos que el primero. Aunque hoy en día todos entendemos que algunos derechos adquiridos, cuando son injustos y suponen privilegios y falta de equidad, deben abolirse.
Ver el primer artículo (1 de 3): Si todavía se habla catalán es gracias a España: el Tratado de Corbeil en 1258.
Ver el tercer artículo (2 de 3): Cuando Cataluña perteneció al Imperio Francés de Napoleón (1812-1814) hasta que España la recuperó (Post en construcción).
Textos del Tratado de los Pirineos donde España recupera todo el principado de Cataluña... menos Cerdaña y Rosellón. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario