Entendemos como «sanidad»
el conjunto de servicios que preservan la salud de los habitantes de
una comunidad. Estoy seguro de que todos los gallegos, cualquiera que
sea el partido al que votemos, consideramos que es muy importante
tener una buena sanidad: y para conseguirlo tenemos que defender toda
la sanidad, tanto la pública como la privada. No conozco a nadie en
su sano juicio que esté en contra de la sanidad pública, pero son
muchos los que criminalizan a la privada: eso me lleva a escribir
este artículo, aprovechando mi experiencia de 41 años trabajando
como médico en Galicia atendiendo a pacientes del Sergas y de otros
muchos Seguros.
La sanidad privada ayuda de
manera muy importante a mejorar el funcionamiento de la sanidad
pública. Si se cerraran los hospitales privados se dispararían los
gastos médicos de la pública, aumentarían las listas de espera
para pruebas y para operaciones, y las consultas estarían más
saturadas. Se puede estimar que si ahora un médico de la pública
consulta 25 o 30 pacientes al día, si no existiera la privada,
pasaría a consultar 40: porque doce millones de españoles -y un
número proporcional de gallegos- tienen contratado un seguro médico
privado.
Las personas que contratan
esos seguros siguen pagando la sanidad pública con sus impuestos; y,
además, al no usar los centros de salud públicos los descargan de
trabajo, y por lo tanto mejoran y agilizan la asistencia a los demás
usuarios y acortan las esperas, haciendo que la Xunta ahorre muchos
millones en gastos sanitarios, dinero que pueden dedicar a mejorar la
propia sanidad. Por ese motivo pienso que sería de justicia que los
responsables políticos de cualquier ideología -y todos los
ciudadanos- agradecieran a los que pagan con su dinero un seguro
privado, por el beneficio que proporcionan a la sanidad pública y a
todos sus usuarios.
Ojalá la sanidad pública
funcionara rápido y bien, porque entonces mucha menos gente se
tendría que hacer un seguro privado o ir a médicos privados, a
veces con un gran sacrificio personal (y soy testigo de ello). Es
evidente que nadie que pueda permitírselo espera seis meses o un año
para hacerse una Resonancia Magnética, para que le vea un
Especialista de la pública, o para operarse, como ocurre
habitualmente en Galicia y en el resto de España. Digan lo que
digan, eso no es buena medicina y no debería ser aceptable. Me
vienen a la cabeza noticias sobre políticos de izquierdas que
critican la sanidad privada pero que cuando han estado enfermos han
acudido a hospitales privados.
Además hay que considerar
que en los hospitales privados se atiende a cientos de miles de
personas que sufren accidentes de tráfico, accidentes laborales,
lesiones sufridas en la práctica del deporte federado, accidentados
en centros de enseñanza (también colegios públicos), lesionados en
actividades organizadas por instituciones públicas o privadas que
tiene que contratar seguros de accidente para poder desarrollar sus
eventos… Y también se atiende a turistas y a extranjeros que no
tienen cobertura en la sanidad pública.
En los Centros Médicos
Privados atendemos también a pacientes de la sanidad pública,
cuando el Sergas -en el caso de Galicia- no alcanza a atenderlos
bien, o para reducir las listas de espera. Y aunque los políticos lo
quieren ocultar, el coste de la atención por paciente para el mismo
proceso médico es mucho más caro en los hospitales públicos que en
los privados. Es más, el Sergas se aprovecha de su autoridad y envía
a muchos pacientes a los hospitales privados y les fuerza a operarlos
pagando mucho menos (cerca del 50%) de lo que le cuesta al Sergas en
sus hospitales atender esos procesos, y en ocasiones hace perder
dinero a esos hospitales. Por eso no debe extrañarnos el problema de
Muface, porque las compañías privadas no pueden seguir trabajando
para el Estado perdiendo dinero.
La llamada sanidad
concertada supone una gran ventaja para la Administración Pública.
Tenemos el ejemplo del Centro Médico Povisa de Vigo (donde trabajé
28 años), que atiende desde hace mucho tiempo como hospital
concertado a unas 120.000 personas del área de Vigo con una calidad
equiparable a la que se dispensa en los Hospitales del Sergas: y la
Xunta gasta por asegurado mucho menos en Povisa que lo que gasta en
los Hospitales públicos: casi la mitad (aunque ocultan los datos,
por vergüenza). Y es interesante recordar que ese concierto singular
con Povisa se mantuvo y se renovó en los años del gobierno
bipartito PSdG-BNG (2005-09), porque a la Xunta siempre le ha
compensado económicamente.

Si la sanidad pública está
mal -y lo está- es sobre todo por culpa de malas decisiones
políticas de los gobiernos central y autonómicos. Uno de los
problemas que no resuelven es el déficit de médicos y de
enfermeras, y es vergonzoso que en Galicia sólo tengamos una
facultad de Medicina cuando en España hay 46: hace muchos años se
tenían que haber tomado medidas, pero nadie hizo nada. Aparte, los
médicos españoles son de los que cobran salarios más bajos de toda
Europa, y muchos médicos, enfermeras y personal sanitario sufren
condiciones laborales precarias. Un estudio en Inglaterra demostró
que la calidad de los Centros Sanitarios era mucho peor cuanta más
precariedad laboral había entre su personal.
Si queremos mejorar la
sanidad pública no es buena idea atacar a la sanidad privada y subir
los impuestos a los que la pagan. Sí que debemos exigir a nuestros
políticos en cambio que inviertan más en sanidad, en servicios
sociales y en crear riqueza (ayudando a los autónomos y a las
empresas privadas españolas), y que dejen de despilfarrar en tantos
gastos superfluos que se han puesto de moda: medios y publicidad
engañosa, subvenciones a cambio de votos, instituciones y
chiringuitos inútiles, regalos a los amnistiados… Y además
nuestros gobernantes deben poner a los mejores gestores al frente de
cada centro de salud y departamento del Sergas, y no regalar cargos
públicos a sus amigos o esposas o hermanos… (esto va por Sánchez,
por si me lee). Y eso se debe aplicar en toda la Administración del
Estado.
La Xunta tiene que cuidar
mucho más al llamado “capital humano”: los profesionales
sanitarios a todos los niveles. Y dar cuenta con transparencia de
todo lo que gestionan, realizando auditorías externas y dejando de
mentir y de maquillar los datos sobre las esperas y sobre la
asistencia sanitaria. Si algún partido político se compromete ante
notario a ser transparente, a hacer esas auditorías, a nombrar a los
mejores gestores y a aumentar el personal sanitario y sus salarios,
me plantearé votarlo. Aunque ya sabemos que la mayoría de los
políticos prometen y luego cambian de opinión.
Otro problema importante es
que los facultativos y profesionales que más se esfuerzan no son
bien pagados ni valorados. Todos conocemos médicos de cabecera
buenos que están saturados, y otros malos que no tienen casi
pacientes en sus consultas: pero todos ganan prácticamente lo mismo
por ser funcionarios, y eso desmotiva a los primeros… Y algo
parecido pasa entre los especialistas y otros sanitarios. Hay que
corregir urgentemente esa deriva para frenar la fuga de profesionales
sanitarios al extranjero y las bajas entre los mejores profesionales
de la sanidad pública, y se debe imponer un sistema de incentivos
para que el que más y mejor trabaja gane más y tenga más ventajas.
Y hay que hacer algo con los malos profesionales, que haberlos
hailos: pero quizá es que son amigos de los gestores o de algunos
sindicalistas, y nadie se atreve a hacer nada con ellos…
Por cierto, es falso eso que
dicen algunos: que médicos de la pública derivan pacientes a
centros privados: si alguien conoce algún caso está obligado a
denunciarlo, pues es un delito. También es una falsedad y una maldad
lo que afirman algunos defensores de la sanidad pública que dicen
que alguien, una mano negra, está deteriorando la sanidad pública
intencionadamente, para así favorecer a la sanidad privada. Esas
afirmaciones absurdas desacreditan a esas personas.
Volviendo a la valoración
peyorativa que algunos hacen de todo lo privado, lo razonable es que
a un ciudadano enfermo lo que más le interese es que le atiendan
pronto y bien, con calidad; y que no le importe si la asistencia se
la dan en un centro privado o público si ambos centros le ofrecen
prestaciones equiparables. Y se puede demostrar que, con el debido
control, las empresas privadas pueden dar asistencia pública con
mejores resultados y menos gasto. Prueba de ello es que muchos
municipios -de todos los colores políticos- mantienen la
externalización de servicios públicos esenciales, como la gestión
del agua, limpieza y jardines, transportes públicos urbanos, etc. Y
aunque se alzan voces ideologizadas y partidistas diciendo que los
funcionarios lo harían mejor, eso no es cierto y nadie ha conseguido
revertir esa tendencia, que aprovecha las ventajas para lo público
de la gestión privada y consigue reducir el escandaloso absentismo y
la falta de productividad de muchos funcionarios (con honrosas
excepciones) también de la sanidad pública: un cáncer de nuestra
sociedad que lo sufrimos y lo pagamos entre todos.
Una última reflexión.
Debemos aspirar a tener una buena sanidad pública que trate de
manera equitativa a todos los españoles, sin desigualdades, acabando
con la discriminación que supone que unas CCAA tengan mejores
servicios sanitarios y prestaciones sociales que otras (especialmente
Euskadi y Cataluña, favorecidas por el Gobierno central): y para
conseguir eso todos los españoles que defendemos la igualdad
tendríamos que exigir la devolución de la competencia de Sanidad al
Estado, aunque manteniendo la descentralización de la gestión.
También queremos una sanidad más justa para todos los gallegos: y
eso supone acabar con el centralismo de la Xunta, que dedica muchos
más medios materiales y humanos a Santiago y a La Coruña (y se
puede demostrar con datos) en perjuicio de las otras tres provincias
gallegas. La Xunta debe invertir más en sanidad, y gestionarla
mejor. Algunos políticos nos quieren hacer creer que la sanidad
privada de Galicia impide o prohíbe a nuestro gobierno autonómico
aumentar los presupuestos para el Sergas, demostrando su obsesión
enfermiza contra la sanidad privada. Creo sinceramente que los
gallegos tenemos que luchar por un sistema sanitario de mejor
calidad, en el que convivan y se complementen la sanidad pública y
la privada.