(Artículo publicado en FARO DE VIGO, Tribuna del Lector, el 24 de febrero de 2011).
En febrero del año pasado sucedió algo inusual en nuestro Parlamento: unos políticos amenazaron a otros con divulgar sus pufos, y los otros respondieron que, si lo hacían, ellos sacarían a la luz más pufos todavía. Y por una vez las amenazas se hicieron realidad.
Ante la denuncia del PSOE, el número tres del PP, Antonio Rodríguez Miranda tuvo que reconocer ingresos indebidos, y declaró que devolvería al Parlamento 4.000 euros (de los 26.000 que reclamaban los socialistas) por kilometraje cobrado fraudulentamente en los últimos 5 años. Pero el PP contraatacó y, entre otras denuncias, acusó a la ex parlamentaria gallega, Laura Seara, directora general del Instituto de la Mujer, de estafar 31.000 euros cobrando dietas de transporte, como si hubiera ido en su coche por desplazamientos que realizó en vehículo oficial con chófer. La dirigente socialista, que no tiene carnet de conducir, anunció que pondría una querella. Pero nunca la puso.
Un periódico de Galicia publicó el día 23 de febrero una encuesta de participación en la que se preguntaba: ¿deben dimitir los diputados que hayan reconocido el cobro fraudulento de dietas de kilometraje? Y en un breve espacio de tiempo se recogieron 1585 votos a favor de la dimisión (98%) y 39 en contra (2%), junto con más de 100 comentarios, pidiendo la destitución inmediata de los implicados y su procesamiento.
Pero ese mismo día Rosa Díez criticó al Presidente del Gobierno en una entrevista televisada que le hacía Iñaki Gabilondo, y dijo que Zapatero "podría ser gallego en el sentido más peyoratico del término". Ni siquiera el periodista percibió en esa frase un insulto a los gallegos. Ni los académicos de la lengua consultados entendieron que se estuviera llamando algo a los gallegos, y menos que se les despreciase. Pero los tres Partidos políticos que se reparten el poder en Galicia encontraron en esa frase la tabla de salvación para solucionar su crisis.
Políticos y periodistas afines centraron toda su artillería contra la líder de UPyD. "Nos ha lamado tontos", publicaba un periódico. "Nos ha llamado perturbados", escribían indignados otros, entre insultos y amenazas (manipulando la palabra perturbación de una nota de prensa de UPyD). Un dirigente socialista dijo que Rosa Díez había lanzado un ataque frontal a toda la sociedad gallega. Los nacionalistas le llamaron racista, asegurando que había usado la palabra gallego como insulto.
El día 26 de febrero la agencia Europa Press publicaba unas declaraciones de Rosa Díez en las que daba explicaciones sobre el sentido de su frase y aseguraba que ni había ofendido ni había querido ofender a nadie. Pero de manera tendenciosa, en muchos medios de comunicación gallegos se silenció o malinterpretó esa declaración. Rosa se cansó de la polémica y dijo que aunque hubiera gente empeñada en sacar su frase de contexto no iba a seguir haciendo más aclaraciones.
Pero los parlamentarios gallegos tenían un objetivo claro, y se pusieron a trabajar sobre su frase, trascendiendo todo el debate a la opinión pública. Y tras casi dos semanas de intensas sesiones en las que no se habló de otra cosa, llegaron al consenso y emitieron una declaración de condena. ¿Habían salvado el honor de Galicia? ¿O habían despistado a los ciudadanos para evitar la crisis?
Los que conocemos a Rosa Díez sabemos que es una excelente política, razonable, innovadora y respetuosa. Sabemos que aprecia y valora a los gallegos y a nuestra tierra, y quien diga que nos desprecia o nos ha insultado no dice la verdad, o no entiende el significado en castellano de su frase.
Pedro Larrauri. Candidato de UPyD-Vigo.
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