lunes, 22 de julio de 2013

El título de galleguidad que Feijóo otorga.



Imagen con derechos de autor: ver.
  El pasado mes se promulgó la Lei da Galeguidade, que fue publicada ayer en el BOE. Me ha sorprendido comprobar que esa ley modifica lo que establece el Estatuto de Autonomía de Galicia (¿es eso legal?), pues concede la condición de gallego a los descendientes de gallegos residentes en el extranjero, tengan o no la nacionalidad española. La ley aprobada por Feijóo (solo votaron a favor los diputados del PP) también considera gallegos a los nacidos en Galicia aunque residan en otra comunidad autónoma del estado español, así como a sus descendientes (de donde se deduce que cualquier español que sea descendiente de un gallego, aunque éste sea un tatarabuelo, puede considerarse legalmente gallego, si vive en España). Sin embargo, al definir la condición de “gallego retornado”, la nueva ley establece (art. 56) que esa condición se pierde al dejar de residir en la Comunidad Autónoma gallega (quizá Feijóo pretenda frenar así la despoblación y la emigración de Galicia).
La Ley de la Galleguidad me parece un claro ejemplo de a lo que se dedican muchos políticos: a perder el tiempo sin arreglar los problemas que realmente preocupan a los ciudadanos; a hipertrofiar y complicar el corpus legislativo con leyes que no ayudan ni benefician a nadie o a casi nadie; a aumentar la burocracia y a crear “chiringuitos” (la ley crea el Consejo de Comunidades Gallegas, así como una Comisión Delegada del mismo, que servirán para colocar a amigos de esos políticos). Esa nueva ley me resulta muy criticable: usa el término etéreo (sin definirlo conceptualmente) de Galicia Exterior en contraposición con la concreta Galicia Territorial; y se dedica a otorgar a los agraciados que alcancen el título de la galleguidad oficial (que deben cumplir unos requisitos y ser inscritos en el Rexistro da Galeguidade, que también se crea en la ley) una serie de derechos que ya tenían sin necesidad de que se recogieran en ninguna Ley: el derecho a la información sobre las resoluciones que adopten los poderes de la Comunidad Autónoma de Galicia, el derecho a compartir la vida social gallega y colaborar en su difusión, el derecho a participar en el conocimiento y estudio de la realidad cultural del pueblo gallego, el derecho a mantener contacto con los agentes económicos y sociales de nuestra Comunidad… Todo eso, y muchos más “derechos”, figuran en los artículos 22 al 24 de la Lei da Galeguidade, que en su artículo 2 define la galleguidad como 'el derecho de las comunidades gallegas asentadas fuera de Galicia a colaborar y compartir la vida social y cultural del pueblo gallego': me parece una definición absurda, propia de una ley absurda.
Los nacionalistas se deben estar riendo de esa ley y de Feijóo: porque para ellos lo importante no es la galeguidade, sino el galeguismo. Se me ocurre pensar, maliciosamente, que quizá Abel Caballero, nuestro Alcalde enrocado en sí mismo y en el localismo de una manera cada vez más acérrima, se anime a emular a Feijoo y promulgue una Ley de la Viguesidad.

Este artículo ha sido publicado ayer en Atlántico Diario de Vigo:
http://www.atlantico.net/noticia/248133/cartasaldirector/

8 comentarios:

  1. Perder el norte

    Publicado por José Miguel Izquierdo Jorge el 22 Enero 2012 en Cultura

    El origen de esta frase proviene de la forma original que se tenía antiguamente para orientarse, es decir, gracias a la Estrella del Norte o Estrella Polar, principal medio de orientación para los navegantes cuando el Sol se escondía tras el horizonte y no podían ver el camino de ninguna forma. Si ellos perdían el Norte, estaban perdidos, a la deriva, sin saber a dónde iban. Y desde entonces hasta ahora se ha mantenido esa gran expresión que es “Perder el Norte”.
    Cuando alguien pierde el norte significa que pierde la razón, que se comporta de forma desordenada y errática, pierde la vergüenza, un mínimo de ética y hasta la dignidad. Anda como si estuviese desorientado, como si no supiera dónde está, quién es, ni cómo debe comportarse.
    Hay gente que lo pierde por causas ajenas a su voluntad, como por ejemplo, alguien que padece alguna enfermedad. Otra, lo ha perdido pero siguen emperrados en mantenerse en ese punto cardinal cuando, objetivamente y a la vista de todo el mundo, está en el oeste. Y existe otro grupo, el más peligroso: el que tiene mucho poder y, en su desvarío y locura, arrastra y confunde a todo el que coja por delante. Hay otra gente que, aparentemente, parece que ha perdido el rumbo de su vida, sin embargo, tiene la cabeza bien amueblada y no ha perdido de vista una luz, aunque lejana, como si fuera un faro.
    En estos tiempos difíciles e inciertos, van saliendo, como cucarachas, varios casos-personas prácticos para alumbrar esta teoría y el problema es que van a seguir proliferando con lo que el “nudo gordiano” se va a hacer más complicado desatarlo. A la ciudadanía se la está violentando, acogotando, presionando, estafando y desilusionando y la solución mucho me temo que sea, como la decisión que tomó Alejandro Magno, cortándolo con su espada y por lo sano.
    Últimamente hay varios ejemplares que con sus manifestaciones y acciones no hacen sino confirmar su “desbrujulamiento”. Ratzíngeres (papas); Demetrios (obispos); Urdangarínes (yernos reales); Schettinos (capitanes de barco) y así hasta contar “cienes” y “cienes”. Algunos han perdido el norte porque se han quedado rezagados en el tiempo, fuera del entorno actual y normal de la gente, añorando tiempos o épocas pasadas, y de tanto mirar atrás se han convertido en estatuas de sal. Así, es lógico que se despierten por la mañana sin ser conscientes de dónde están y de lo que dicen causando, como consecuencia, estupor, pena, risa o rechazo, incluso por parte de aquellos y aquellas que se consideran seguidores ya que una cosa es lo que muestran de cara a la galería y otra es la que viven en su casita.
    Otros, amparados en su “status” social, consiguen pingües beneficios barriendo para casa todo lo que pillen a mano. Y eso que empezaron con un balón.
    Y otros, pierden tanto, tanto el norte, que por ello, se arriesgan a perder la libertad. A lo mejor en la cárcel, lo recuperan.
    Asistimos a diario a este espectáculo bochornoso de tantos personajillos hablando y actuando de una forma ridiculesca e impune que están contagiando a la gente normalita.

    Un cordial saludo

    ResponderEliminar
  2. España está secuestrada – I de II

    Publicado en Público.es el 19 de julio de 2013

    Supongo que la mejor expresión de la libertad de un país es la que efectivamente tienen sus ciudadanos. Y, desde ese punto de vista, creo que se puede decir que España no es libre. Al menos, desde mayo de 2010, cuando José Luis Rodríguez Zapatero cambió de política y puso a España a la orden de los capitales financieros y de sus representantes políticos mundiales.
    Desde entonces, los españoles no disfrutamos de libertad. Hemos podido votar sin coacciones, bien es cierto (aunque sin entrar en la naturaleza de la ley electoral, del desigual acceso a los medios o a la financiación, o en los privilegios de los distintos partidos en contienda por el voto), pero también lo es que no podemos evitar que nuestros representantes elegidos tomen decisiones manifiesta y materialmente contrarias a los programas que votamos, o que hagan lo que se comprometieron a no hacer cuando nos pidieron el voto. Cambiaron la Constitución sin consultarnos y aplican políticas opuestas a las que constan en sus programas electorales sin que tengamos manera de impedirlo.
    El propio presidente Rajoy reconoció en el Parlamento que ni él ni los españoles somos libres, y la práctica totalidad de los demás diputados y diputadas lo asumió sin rechistar, sin reaccionar y sin que se les cayera la cara de vergüenza por aceptar en silencio una auténtica condición de simples mariachis.
    Los españoles no somos libres para decidir la política económica que queremos que siga el gobierno, ni para establecer en beneficio de quién debe tomar sus decisiones.
    Los españoles no somos libres para pararle los pies a la Troika que al servicio de los grandes banqueros condiciona sin disimulo la política del gobierno, arruinando con ella a miles de empresarios y condenando al paro a millones de personas. Ni tampoco a las grandes empresas que se aprovechan de su poder de mercado para elevar los precios a su antojo obteniendo beneficios extraordinarios, o para imponer condiciones laborales y fiscales vergonzosas que les permiten evadir impuestos y desentenderse de las necesidades sociales. Y, por supuesto, no tenemos libertad para poder investigar sus cientos de comportamientos ilegales y abusos. O para evitar el tráfico continuo de políticos hacia sus consejos de administración para venderle favores e información privilegiada.
    Los españoles de a pie no tenemos libertad para enmendar el camino de engaños y traiciones por el que continuamente transita la clase política corrupta, de cuyos robos tenemos que enterarnos por algunos medios (cuando les interesa informar de ello) sin poder evitarlo. Y el tratamiento recibido por la iniciativa legislativa popular promovida por la PAH contra los desahucios o el recurso del gobierno central contra el decreto andaluz sobre vivienda han demostrado que tampoco somos libres ni siquiera en el estrechísimo marco concedido dentro del sistema institucional vigente.
    Las encuestas muestran claramente que la inmensa mayoría de los españoles desea que se apliquen medidas económicas y sociales totalmente diferentes a las que vienen aplicando los dos últimos gobiernos pero no hay manera de influir y obligar a que se adopten.

    Otro cordial saludo

    ResponderEliminar
  3. España está secuestrada – II de II

    Publicado en Público.es el 19 de julio de 2013

    No tenemos libertad por la confianza a ciegas, cuando no al margen de la voluntad popular, concedida a un régimen de representación y gobierno tan extraordinariamente imperfecto y servil, que no respeta principios elementales que debe tener una democracia.
    ¿Cómo vamos a ser libres para decidir cuando los medios de comunicación o son propiedad de grandes grupos empresariales y financieros, a los que sirven, o, si son públicos, están solo al servicio de quien gobierna? ¿Cómo vamos a ser libres si la justicia que debería poner las cosas en su sitio está politizada y tantas de sus magistraturas más altas en manos de militantes obedientes de los partidos? ¿Cómo podríamos serlo sin tener la posibilidad de discutir abiertamente si queremos que nuestra capacidad de decisión pase a poderes ajenos a nuestros intereses sobre los que no podemos influir? ¿Cómo creer que somos libres si no podemos revocar a nuestros representantes, si las instituciones de quienes nacen las decisiones más relevantes, como los bancos centrales, se atrincheran frente a la voluntad popular para defender sin tapujos y sin censura posible los intereses de los grandes grupos privados?
    Ahora bien, no todos los españoles carecemos de libertad. La falta de libertad de la mayoría, que esta crisis está reflejando de una manera tan evidente e incluso reconocida sin disimulo por los propios gobernantes, es la otra cara del inmenso poder de decisión que ha acumulado una reducida minoría social al margen del resto de la ciudadanía y de las instituciones representativas. Por eso creo que puede afirmarse que lo que ocurre es sencillamente que España ha sido secuestrada. Y por eso me parece evidente que no es posible salir de esta situación solo logrando que sean otras personas, grupos o partidos, por muy honestos que fuesen, quienes ocupen las instituciones y gobiernen.
    A estas alturas hace falta algo más: un cambio político auténtico y una regeneración moral profunda y radical de las personas, de las normas y las instituciones y de la sociedad en su conjunto. Es decir, de todo lo que no ha funcionado bien.
    España ha podido ser secuestrada porque las reglas de juego imperantes, el sistema de representación, los incentivos y las normas que regulan el funcionamiento de las instituciones más importantes, además, por supuesto, de los sujetos políticos que podrían usarlas de otro modo o cambiarlas, han fallado, si es que no estaban concebidas precisamente para que fallaran en momentos como este, cuando a los de arriba, a los de siempre, les convenía que España se quedase sin voluntad cívica, sin una representación popular fiel, honesta y valiente.
    Por eso me parece que no es posible salir de esta situación sin cambiar profundamente las grandes coordenadas de nuestro sistema político y de nuestras relaciones sociales, sin asumir antes que nada que España tiene derecho a ser libre, es decir, que ha de ser su pueblo, los ciudadanos, y no Europa, ni la Troika, ni un grupo de banqueros o grandes empresarios, quienes decidan lo que hay que hacer en una coyuntura tan difícil como la presente. Y, además, si no asumimos colectivamente que ninguna sociedad es viable bajo el principio de que todo vale o permitiendo que el afán de lucro y el egoísmo lo dominen todo.
    La situación en la que estamos es escandalosa, es sencillamente insoportable convivir con tanta corrupción, con tanto engaño y abuso y con una asimetría tan grande en el trato que se da a los que tienen todo y a los que apenas tienen nada. No podemos seguir así. Tenemos el imperativo moral de acabar con todo esto y de ayudar a abrir un debate social amplio y transparente sobre todo lo que está ocurriendo, algo que solo puede venir de forzar la dimisión de este gobierno vendido y sostenido por un partido corrupto y de la celebración de nuevas elecciones que abran paso a un replanteamiento del orden constitucional y moral prostituido que está en el origen de nuestros males.

    Otro cordial saludo

    ResponderEliminar
  4. De todas formas, siempre es bueno tener en cuenta ciertas cosas, como…

    Sabes mi nombre;
    pero no mi historia.

    Has oído lo que he hecho,
    pero no por lo que he pasado.

    Sabes dónde estoy,
    pero no de dónde vengo.

    Me ves riendo,
    pero no sabes lo que he sufrido.

    Deja de juzgarme!

    Saber mi nombre,
    no implica conocerme.

    El 11 de Febrero de 1960, cuatro alumnos de una escuela para negros se sentaron en el lugar “sólo para blancos” de un restaurante de Greensboro, Carolina del norte. Uno de ellos, Franklin Mc Cain, observó que una anciana blanca que estaba sentada cerca los miraba. Estaba seguro de que ella tenía pensamientos desagradables sobre ellos y su protesta contra la discriminación.

    Unos minutos después, la mujer se les acercó, les puso las manos sobre los hombros y les dijo: Muchachos, estoy tan orgullosa de ustedes!....”.

    Años más tarde recordando ese suceso en la Radio Nacional Pública, Mc Cain dijo que aquella situación vivida le enseñó a no estereotipar nunca a nadie, sino que, en cambio, lo que debía hacer una persona para considerar a los demás era buscar una oportunidad para hablar con ellos.

    Tanto las frases del principio como esta historia real me hicieron pensar mucho. Cuántas veces nos equivocamos! y emitimos juicios incorrectos sobre la realidad y la vida de alguien cuando sólo vemos la fachada.

    Un cordial saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Roma y los Barbaros

      Eliminar
    2. Un saludo de un Bárbaro......mejor un Celta.

      Eliminar
    3. Un saludo de un Anarquista .........mejor un ciudadano

      Eliminar
    4. Un saludo de un Indio............mejor un ser humano

      Eliminar