Hay quien piensa que UPyD es un partido nacionalista español. Craso error. No es lo mismo nacionalismo que patriotismo. El nacionalismo promueve la exaltación de una parte del Estado y fomenta todo lo que sea propio y peculiar de esa comunidad. El patriotismo supone amor al único Estado Español, y conlleva la defensa solidaria de un proyecto que garantice el progreso, la justicia y la igualdad de todos los españoles, sin despreciar ni odiar a los que no son nacionales, y manteniendo la apertura a Europa y al mundo.
En UPyD no estamos en contra del nacionalismo, en cuanto que opción política respetable. Personalmente puedo añadir que tengo varios amigos nacionalistas, que son excelentes personas, con los que se puede hablar y debatir a gusto. Pero sí que estamos en contra de los abusos que se cometen en nombre del nacionalismo, y combatimos las mentiras y trapicheos que se emplean para imponerlo. Las reformas que promovemos, como la de la Ley Electoral, buscan recuperar la justicia y la equidad nacional, y acabar por ejemplo con los privilegios de vascos y catalanes, mantenidos vergonzosamente por PSOE y PP, poniendo el beneficio partidista o local por encima del bien común.
Como dice el título de este artículo, UPyD desde su fundación ha apoyado decididamente a un partido nacionalista cuyo objetivo fundamental es legitimar y crear una nación nueva. Para los que no sepan a qué me refiero, desvelaré cual es ese partido al final de este post.
Y aprovechamos para hablar de los nacionalistas...
El sociólogo Ernest Gellner dijo: "los nacionalistas inventan naciones donde no las hay". Vemos en el libro de la historia cómo la identidad colectiva se había basado durante siglos en ser súbditos de un mismo rey o autoridad. Por guerras o por acuerdos se fueron perfilando los estados soberanos y las fronteras. Pero en los últimos tiempos surgieron comunidades dentro de algunos Estados que reivindicaron ser una Nación, organizándose alrededor de esa idea grupos que exaltaban "su" nación como valor político supremo. Los motivos de los que parten los grupos nacionalistas pueden ser étnicos, históricos, culturales, lingüísticos, religiosos, geográficos, económicos... Sea por lo que sea, los promotores de esos partidos tratan de despertar a su alrededor la conciencia de ser una nación distinta. Asumen una misión: convencer a los otros miembros de la comunidad de que la condición que tienen de ser una parte de un Estado es injusta y perjudicial para ellos. Aseguran que están siendo discriminados, despreciados, amenazados o atacados en su riqueza o en sus valores culturales por ese Estado. Es casi constante que fomenten el victimismo y el resentimiento. Y concluyen que lo mejor para “su” pueblo es lograr la independencia respecto al Estado opresor, considerado muchas veces invasor.
Los partidos nacionalistas ahondan en las peculiaridades y diferencias que hacen distintos al colectivo que pretenden representar de los demás ciudadanos del Estado en el que viven. Desarrollan un esfuerzo tenaz para manejar a la opinión publica (muchos de ellos se dedican al periodismo, o son editores...), monopolizando la cultura del territorio afectado por su reivindicación, e impregnándola de ideas nacionalistas, adoctrinando a los niños en la creencia de que su verdadera identidad no es la misma que la de los miembros del Estado opresor, Estado que les ha robado su dignidad y su independencia. Independencia que inventan y que basan en una visión fraudulenta de la historia.
El control de la educación es vital para la consecución de sus objetivos: hay quien ha dicho que los ejércitos tienen soldados y que los nacionalistas tienen profesores. Y se infiltran en la enseñanza manipulando a los niños. Saben que la educación es lo más importante para cambiar el rumbo de un pueblo, y se aprovechan de lo poco que el Estado cuida la educación.
El pensamiento nacionalista se considera depositario de la esencia del pueblo, y rechazan a quien no tenga los mismos sentimientos, o a quien no hable el idioma peculiar. No ven con buenos ojos la mezcla de razas o de culturas, y no está a favor de la apertura o de la globalización. Traducen su tendencia al aislacionismo en medidas concretas: dan más importancia a ser de tendencia política nacionalista y a usar el idioma peculiar que a estar bien preparado para un puesto de trabajo; imponen en la administración, en la enseñanza y en los medios de comunicación oficiales el idioma peculiar de su territorio, al que consideran signo sagrado de su identidad... (Recuérdense las traducciones al catalán, vasco y gallego en el Senado). Y sin darse cuenta (o dándose) dificultan la actividad económica de su territorio y empobrecen a sus conciudadanos. Pero la élite intelectual y política convence a los creyentes nacionalistas de que así garantizan un futuro con una identidad propia que les hará volver a ser la supuesta nación idílica, próspera y feliz que en su día, según cuentan en sus historias, fueron.
El nacionalismo es más una cuestión de emociones que de razones. El sentimiento nacionalista explota la agradable sensación de pertenencia a un grupo de elegidos. Y se crea una especie de religiosidad nacionalista que, como cualquier religión, suele acabar en el fanatismo. La exaltación de los valores propios y peculiares les hace sentirse superiores al resto de seres humanos. Llegan en algunos casos a considerar que la nacionalidad es hereditaria, genética, fomentando la endogamia y cayendo en el racismo y la xenofobia, como puede colegirse leyendo a Sabino Arana, fundador del Partido Nacionalista Vasco, y a otros intelectuales fundadores o impulsores de los partidos nacionalistas.
Pero no se puede negar que los fundamentos en los que pueden basar sus reivindicaciones algunos partidos nacionalistas podrían ser verdaderos, justos y razonables. Y teóricamente sería posible encontrar nacionalismos que actuaran sin violencia. Así, por ejemplo, el final del dominio Británico en la India, y la independencia de esa nación, se debió en gran medida al movimiento nacionalista liderado por el pacifista y premio Nobel Mahatma Gandhi. Pienso que UPyD, si hubiera existido entonces, hubiera apoyado al nacionalismo hindú.
Retomamos el título de este post.
En 1975 España traspasó la administración de la ex provincia española del Sáhara a Marruecos, para que continuara el proceso de descolonización hasta lograr su independencia.
Pero el Sáhara sigue siendo la única Colonia africana que aún no ha logrado su estatus de Nación-Estado, y que sigue sometida a la ocupación dictatorial y militarizada por parte de Marruecos, que ni respeta los derechos humanos ni cumple las resoluciones de la ONU. Asesinatos, torturas, deportaciones, falta de las mínimas libertades... estamos asistiendo a un genocidio ante la pasividad de las potencias internacionales, por los intereses que tienen en Marruecos los Estados Unidos de América y Francia, y por la falta de dignidad del gobierno de España.
Rosa Díez, la segunda por la izquierda. |
Todos aquellos que se sientan avergonzados, como yo, por la postura y actuación (o falta de actuación, auténtica bajada de pantalones crónica ante la prepotencia del Monarca Alauita) de todos los gobernantes que España ha tenido desde entonces (incluido el rey Juan Carlos, que no cumplió lo que prometió en El Aaiún en 1975, siendo príncipe), pueden tener la seguridad de que el día que UPyD obtenga la representación y el peso suficiente en el Parlamento y en las Instituciones, las cosas empezarán a cambiar y se avanzará hasta el final, hasta la resolución del problema. Brindaremos por el nacimiento de esa nueva nación.
PD.: para saber un poco más sobre el Sáhara y su descolonización interrupta: pincha aquí.
Para entrar en la web Sáhara libre: pincha aquí.
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