Muchas veces he afirmado que para salir de esta situación hay que echar a los políticos que están en el poder y lo han hecho mal, y poner a otros nuevos. De alguna manera eso también implica echar a los partidos políticos antiguos y poner a otros nuevos. Pero si los nuevos partidos o los nuevos políticos que dentro de poco nos representen a los españoles siguen haciendo lo mismo que hacían los anteriores, no habremos resuelto el problema. Por eso tenemos que aspirar a llevar a cabo una profunda reforma, una verdadera Regeneración de nuestra Democracia.
Mi abuelo me enseñó que para elegir bien una profesión una de las mejores cosas que se podía hacer era preguntar a quienes llevaban tiempo en ella o había ejercido ya ese trabajo, y averiguar si se sentían satisfechos, si habían sido felices y se habían realizado. Es una buena idea la de aprovechar las experiencias positivas de otros (y la antítesis de escarmentar en cabeza ajena) y es muy útil para muchas cosas en la vida. Podría elogiar mucho a mi abuelo, el Dr. Isidro Puebla, que era un médico modesto y genial (elegí mi profesión gracias a él, y llevo ejerciéndola ya 30 años, y estoy encantado), pero sólo añadiré que con frecuencia nos hablaba de Suiza con admiración y sana envidia: consideraba a ese País el mejor del mundo; y soñaba con que España algún día pudiera ser como Suiza. Traigo aquí su memoria para introducir este artículo en el que voy a escribir de alguien y de algo que he descubierto estos días.
El miércoles me avisó mi mujer de que estaba convocada una conferencia en la Casa del Libro, con el atractivo título de “Democracia directa”. El evento lo organizaba el movimiento 15M de Vigo. Me animé a ir.
Y allí conocí a un personaje singular, al que ahora admiro. Fue un descubrimiento, uno de esos encuentros que todos tenemos que nos deja la sensación de que va a condicionar nuestro futuro. Y creo que ese personaje puede ser vital para que logremos esa Regeneración de la Democracia que muchos queremos para nuestro País, y por la que ya trabajamos aún sin saber muy bien cómo será el resultado. Y lo de mi abuelo viene a cuento porque Daniel Ordás (así se llama el individuo) es Suizo (aunque de familia asturiana emigrada allí), y está empeñado en explicarnos cómo es la gratificante y enriquecedora experiencia democrática que llevan años viviendo en Suiza, y en convencernos de que podemos trasladarla (adaptándola y mejorándola) a nuestra realidad española. Y creo que el susodicho está bastante capacitado para lograr los objetivos que se ha propuesto.
Daniel Ordás vive en Basilea y ejerce de abogado en varios bufetes de Suiza; además es político en el partido socialdemócrata de ese País (ver perfil). Saltó a esta palestra a raíz de ser entrevistado por Jordi Évole en el programa Salvados de la Sexta, en un capítulo titulado Ciudadano Klinex (de usar y tirar), sobre la democracia participativa, en el que se comparaba la realidad Suiza con la penosa situación que sufrimos en España. Aquel programa dejó con la boca abierta a más de uno. Le llovieron preguntas y propuestas a Daniel Ordás, que por sus orígenes familiares y sus estrechas relaciones con España conoce muy bien nuestra situación. Y entonces decidió embarcarse en un proyecto que de momento se ha plasmado en un libro, titulado “España se merece… Democracia Directa.” que está promocionando (me lo compré esa misma tarde, ya me lo he leído, y ya lo estoy trabajando). Y está a punto de sacar otro, que entiendo será una especie de manifiesto con propuestas para avanzar en la consecución de una democracia tan buena o mejor que la de la Confederación Helvética, y que lleva el título de “Reforma 13”.
Ordás pretende que cambiemos la forma de hacer política: que apliquemos una Democracia Directa, donde los ciudadanos se saben “la autoridad” y los políticos son “sus empleados”; donde se gobierna con entendimiento y colaboración (el Gobierno suizo es colegiado, y está formado por ministros de 5 partidos, y no hay un Presidente del Gobierno), nadie impone su programa, y los políticos son elegidos por listas abiertas (y renovados no en función de sus promesas, sino de cómo lo hacen). Y allí se cuidan muy mucho de promulgar leyes injustas o contrarias a la voluntad de la mayoría, porque cualquier comité, asociación o partido puede proponer un referéndum que ratifique, derogue o exija modificar cualquier ley; y se votan iniciativas populares cada 3 meses; y nadie hace manifestaciones contra el Gobierno, porque saben que las decisiones importantes las han tomado entre todos (y todos aceptan el resultado); y allí los políticos (salvo excepciones) son lo que se llama Políticos Milicianos: gente que tiene su trabajo y que además hace política, con una dedicación de entre el 15 y el 30% de su tiempo a nivel municipal o cantonal; y a nivel federal los 200 Diputados Nacionales son los que más se dedican a la política: le dedican el 50% de su tiempo, y el otro 50% a su trabajo habitual; cobran sólo dietas, y tienen limitados sus mandatos. Aplican el principio de subsidiariedad: las competencias que pueden asumir los Municipios no llega a los Cantones (que equivalen a las autonomías), y lo que gobiernan los Cantones no es regulado por el Gobierno Federal. Ordás también considera que en España es imprescindible una reforma de la Constitución (allí la reforman con mucha frecuencia , siempre por referéndum), del Senado y de la Ley Electoral: y defiende que aparte de la distribución provincial habría que establecer "escaños compensatorios" según el total nacional de votos (y en su charla citó que esa reforma beneficiaría justamente a IU y a UPyD).
El libro de Ordás tiene un agradable formato de diálogo en el que él, en cuanto suizo experto en la democracia helvética, es entrevistado por su alter ego español, que se asombra de cómo funciona Suiza, y duda mucho de que todo eso se puede aplicar en España. Pero la fuerza del convencimiento de que eso es posible empapa al lector, y el libro también trasmite bastante entusiasmo.
Yo espero que cada vez más gente, de todos los partidos e ideologías, sin pensar que lo que dice Daniel Ordás es dogma de fe o verdad absoluta, aprendamos del País en el que a mi abuelo le hubiera gustado vivir, y reconstruyamos nuestra democracia en esa dirección, para que las futuras generaciones de españoles puedan vivir sin tener que envidiar en nada el régimen social y político de Suiza.
Al terminar la presentación pude hablar un rato con Daniel Ordás, quien me dedicó un ejemplar de su libro declarándome “político miliciano”. Inicialmente me sonaba muy mal esa expresión, pero ahora la voy entendiendo: el concepto de miliciano se aplica, como primera acepción, a aquellos ciudadanos que en caso de conflicto (como la actual crisis) se dedican llenos de entusiasmo al servicio de la sociedad (o de la patria) ayudando al ejército profesional, pero sin ser ni convertirse en militares; cada uno tiene su propio trabajo, y después del periodo en que ejercen como milicianos (en el que a veces sirven al ejército del País en tareas relacionadas con su propia profesión) vuelven cada uno a su trabajo.
Mucho tienen que cambiar las cosas para que todas estas propuestas (que animo a conocer) se lleven a cabo en España; pero ahora estoy convencido de que hasta que no consigamos una Democracia Directa de ese estilo, de poco servirá quitar a unos políticos para poner a otros, incluso aunque éstos sean de UPyD. (PD: esto lo escribí cuando yo era de UPyD).
Porque para hacer las reformas del sistema y de la Constitución que hay que llevar a cabo es necesario un amplio consenso de la mayoría de los nuevos políticos y partidos que representen las muy distintas ideologías e intereses de todos los ciudadanos españoles.
Una buena medida que propongo sería que a partir de ahora los ciudadanos sólo votemos a políticos (del partido que sea) que se comprometan a, una vez elegidos, desarrollar esa Democracia directa.
Quedamos a la espera de lo que nos diga Ordás en el proyecto que está a punto de lanzar: "Reforma 13".
De momento, aquí me tienen ustedes, recientemente bautizado como “Político Miliciano”, dispuesto a trabajar por conseguir el sueño de mi abuelo y una verdadera democracia, cuyos fundamentos pueden encontrarse en el libro de Daniel Ordás a quien, además de ofrecerle mi colaboración personal, le felicito y le doy las gracias por lo que está haciendo.
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El cartel anunciador del acto en el que conocí a Daniel Ordás. |