Hoy estamos de celebración: 150 años de la publicación en Vigo de Cantares Gallegos.
Para los interesados en profundizar, ahí van una serie de referencias y comentarios, en negro, siguiendo el texto publicado (en rojo). Agradeceré aportaciones y críticas, sobre los datos o sobre mis interpretaciones, para dar más luz a este apasionante tema. Gracias.
¿Es el teléfono 016, para denunciar
los malos tratos? Buenos días. Lo mío empezó antes de que yo naciera, pues mi
padre fue el párroco de Padrón, que se aprovechó de mi madre haciéndola
desgraciada para toda la vida.
El padre de Rosalía no era cura de Santiago, sino de Padrón.
En la partida de defunción del Presbítero José Martínez y Biojo, fechada el 14
de diciembre de 1871, se especifica que sirvió con laudable celo en la
parroquia de Santa María la Mayor de Iria Flavia (Padrón), “diez años de
clérigo de menores, y cuarenta y dos años más, hasta la fecha, como capellán
fabriquero”. Mantuvo por tanto su actividad pastoral en Padrón (donde vivía la
madre de Rosalía y su familia), durante 51 años, desde 1819 hasta su muerte,
ocurrida el 13 de diciembre de 1871. Y Rosalía nació en 1837. (Carballo Calero
1979 – III, p. 34, nota 10).
El origen de Rosalía, y el hecho de que los primeros años de su vida
tampoco su madre se ocupó de ella, marcó toda su vida.
Siendo adolescente empecé a sentir
el desprecio de los demás por ser hija de soltera e hija del cura; y descubrí
la dura realidad de la sociedad machista en la que me había tocado vivir. Quise
canalizar mi melancolía en actividades artísticas y culturales, pero fui
discriminada: aquello me llevó a la soledad y a la tristeza, y empezaron a
llamarme "la loca".
Su carácter infantil y alegre, que refleja por ejemplo en su
artículo “Padrón y las inundaciones” (publicado en 1881, donde dice “hemos
vuelto una vez más a refugiarnos en la casa solariega, en donde vimos
deslizarse tantos alegres días de nuestra infancia y alegre juventud”) se
torna aislado y triste.
Sabemos que Rosalía participó como
actriz en alguna obra de teatro en Santiago, cuando tenía 15 años. Por esos años Rosalía llegó a ser amiga de Pondal y de Aguirre y hay constancia de un viaje a
Finisterre que hicieron juntos, al que también fue la hermana de Pondal (que
murió al regreso de ese viaje): la autora
Catherine Davis especula que Rosalía quiso participar en las actividades
culturales de Santiago, organizadas por Pondal y Aguirre, especialmente en el histórico
Banquete de Conxo; pero probablemente no le dejaron participar por ser mujer (no
hay constancia de la participación de mujeres en ese acto, y Rosalía no lo
menciona nunca). Recordemos que Eduardo Pondal
ha sido acusado de machista por
varios autores, como por María Xosé Queizán, que escribió un libro sobre el tema: “Misoxinia e racismo na poesía de Pondal” (Laiovento, 1998), y afirma esa autora: "No Rexurdimento e nas primeiras décadas do século XX escribíronse parte das páxinas que mellor reflicten os prexuízos androcéntricos". El machismo de Murguía queda al manifiesto cuando escribe que Rosalía "ha nacido para ser algo más que una mujer" (La Flor, Poesías de la señorita doña Rosalía de Castro". La Iberia, 1857)
Xavier Castro dice en su trabajo “Problemática da orfandade na obra de Rosalía de Castro” que la amargura provocada por el “infame pecado” de
su origen parece inspirar varios poemas dramáticos de la autora. (Actas Congreso
Rosalía, 1985, p. 89).
En La Hija del Mar, obra con gran carga autobiográfica que narra las desgracias de una madre y su hija, escribe Rosalía:
"Aquellos éxtasis eran largos..., los campesinos que iban al molino o a labrar sus tierras y que me dirigían la palabra al pasar murmuraban de mí al ver que no contestaba a sus preguntas, y me llamaban la loca... ¡La loca!..., ¿lo oyes bien, hija mía?"
No podía resignarme a aquel mundo
feudal donde los hombres solo permitían a las mujeres ser sumisas esposas,
condenándolas a permanecer siempre en el hogar y a merced de la voluntad del
marido. Por eso, cuando cumplí 19 años decidí luchar contra el destino y me
escapé a Madrid con mi tía y una cuñada. Quise formarme y convertirme en
escritora: pero también sufrí el rechazo de los círculos culturales
restringidos a los varones.
Rosalía escribe en La Hija del Mar: “¡Oh, Señor de Justicia,
brazo del débil y del pobre! ¿Por qué no te alzas contra el rico y el poderosos
que así oprimen a la mujer, que la cargan de grillos mucho más pesados que los
de los calabozos, y que ni aún la dejan quejarse en su desgracia? Infelices criaturas,
seres desheredados que moráis en las desoladas montañas de mi país, mujeres
hermosas y desdichadas que no conocéis más vida que la servidumbre , abandonad
vuestras cumbres queridas en donde se conservan perennes los usos del
feudalismo, huid de esos groseros tiranos y venid aquí en donde la mujer no es
menos esclava, pero en donde se le concede siquiera el derecho del pudor y de
las lágrimas”. Se entiende que las “montañas de mi país” es Galicia, y “venid
aquí” es a Madrid, donde Rosalía se fue, huyendo del desprecio, de la presión
social y machista. Rosalía escribió La Hija del Mar en Madrid y la mandó publicar
después, ya en Galicia, en 1859, sin el consentimiento de su marido (de hecho
Murguía nunca hizo críticas ni hace mención a esta obra,
que le dedicó Rosalía -con un comentario irónico que sólo él entendería-, en la que se ve
reflejado y criticado). En el prólogo que hizo Rosalía de esa novela dejó escrito:
“Porque todavía no les es permitido a las mujeres escribir lo que sienten y lo
que saben” (C. Ruiz Silva, reflexiones sobre la Hija del Mar, en Actas Congreso
Rosalía 1985, I; pg. 368).
Y en mi desesperación me pasó lo que
había jurado que no me ocurriría nunca: perdí la cabeza ante los halagos de un
crítico literario, también gallego, que me dejó embarazada. Tras muchos
esfuerzos y presiones conseguí que se casara conmigo, porque no estaba
dispuesta a seguir viva sufriendo el calvario que tuvo que pasar mi madre, ni a
que el hijo que llevaba en mis entrañas sufriera lo mismo que yo: pero Manuel,
que así se llamaba la persona que se convirtió en mi esposo, no accedió a que
mi madre viniera a la boda, ni a volver a Galicia hasta después del enlace,
donde ya nació mi hija. Mi vida con mi marido fue un continuo sufrimiento: como
dejé escrito, siempre le tuve más respeto que amor. Manuel pasaba largas temporadas
fuera de casa, y por pudor y decencia evitamos que trascendieran sus
infidelidades.
De la carta de Rosalía a su marido Manuel Murguía a
comienzos de 1862 (sin fecha concreta): Tras recriminarle que no recibe cartas
de él, escribe: “Pero no reñiremos por eso, cuando tan desdichados somos ya”. Y
más adelante añade: “… nuestras circunstancias malditas cien veces”.
“Rosalía levaba dous meses embarazada cuando casou con
Murguía”, afirma Agustín Sixto Seco (Achegamento médico antropolóxico a Rosalía. Actas
Congreso 1885, P61). La boda fue el 10.10.1858, celebrada a toda prisa y sin
presencia de invitados, y Alejandra nació el 12.5.1859. Tras su boda, Rosalía
no volvió a tener más embarazos en diez años. Sixto Seco se pregunta: "¿por qué ese
silencio de dez anos? ¿Non será a súa una voluntaria actitude de negación
sexual, en forma de reproche ó seu home, é isto non explicaría a socorrida sona
de mullereiro de D. Manuel, con infidelidades arreo? (Ibidem).
Kessel Swartz publica en 1972 un agudo retrato sicológico donde
afirma que la ira que Rosalía siente contra su madre es convertida por su propia
conciencia en idealización desmesurada, y entonces esa ira se vuelve contra sí
misma, produciendo su característico estado de depresión (Actas Congreso:
Rosalía e o seu tempo, 1985, tomo I, pg 69). Rosalía escribe en Follas Novas: “Caín
tan baixo, tan baixo…” Mayoral interpreta ese verso como un hondo sentimiento de vergüenza
de Rosalía por lo que le había pasado (Ibidem, nota 14).
Como historiador y escritor se
convirtió en líder intelectual del llamado Rexurdimento, y me utilizó para sus
fines políticos: me robó unas poesías que yo había escrito para desahogarme, y
las publicó en Vigo sin mi permiso: eso fue el año 63, hace ahora siglo y
medio. En vista del éxito, me usó como referente de su movimiento galleguista,
y me exigió escribir más. Le acompañé una temporada a Madrid, en donde mis escritos
me proporcionaron un poco de dinero. Pero por ser mujer no me pagaban mucho ni
bien, y a veces ni lo hacían: el propio Bécquer murió en diciembre de 1870 sin
pagarme lo acordado por un artículo que le había enviado para la Ilustración
Española.
En el prólogo a la biografía de Murguía (Xerais, 2000) escribe Francisco Fernández del Riego que Murguía entregó la primera parte de Cantares Gallegos a la imprenta "sen o coñecemento da autora"; y añade que Rosalía "viuse obrigada a seguir escribindo a medida que nas caixas demandaban orixinal".
Martínez Barbeito relata en su obra el episodio de Bécquer, y cuenta que
oyó el relato de labios de Alejandra Murguía, la hija de Rosalía, a quien su
madre envió dos veces a casa de Bécquer a cobrar lo debido por un artículo publicado
en la Ilustración Española (A. López, A. Pociña: Rosalía de Castro - Documentación,
vol I, pag 46).
Regresamos a Galicia y seguí
escribiendo, aunque mi costumbre de decir las cosas claras me ocasionó
problemas: un día un grupo de 200 seminaristas de Lugo apedrearon la imprenta
que publicaba el Almanaque de Galicia por aceptar una colaboración mía en la
que criticaba la hipocresía de algunos religiosos.
Publicado en El Contemporáneo (Madrid) el 30 de agosto de
1864: “Lugo: Los seminaristas enviaron el siguiente aviso al Director de el
ALMANAQUE GALLEGO: O doña Rosalía de Castro deja de colaborar o le romperemos
la cristales; efectivamente, ayer se presentaron 200 seminaristas ante el
periódico y cumplieron lo prometido: destrozaron el local”. El escrito en
cuestión e Rosalía se titulaba “El Codio”, que no se ha conservado.
Quisieron amedrentarme, pero no me
amilané y seguí escribiendo. Mi fama iba creciendo; pero los amigos de mi
marido empezaron a criticarme, diciendo que todo lo bueno que yo publicaba me
lo escribía el: no concebían que una mujer pudiera desarrollar una actividad
intelectual.
En
Las Literatas, Carta a Eduarda, Rosalía escribe: “Por lo
que a mí respecta, se dice muy corrientemente que mi marido trabaja sin cesar
para hacerme inmortal. Versos, prosa, bueno o malo, todo es suyo; pero, sobre
todo, lo que les parece menos malo y no hay principiante de poeta ni hombre
sesudo que no lo afirme”. Y otros párrafos de Rosalía dicen: Tú no sabes lo que
es ser escritora; ¡qué continuo tormento!; Sobre todo los que escriben y se
tienen por graciosos, no dejan pasar nunca la ocasión de decirte que las
mujeres deben dejar la pluma y repasar los calcetines de sus maridos, si lo
tienen, y si no, aunque sean los del criado. Pero es el caso, Eduarda, que los
hombres miran a las literatas peor que mirarían al diablo, y éste es un nuevo
escollo que debes temer tú que no tienes dote, únicamente alguno de verdadero
talento pudiera, estimándote en lo que vales, despreciar necias y aun erradas
preocupaciones; pero… ¡ay de ti entonces!, ya nada de cuanto escribes es tuyo,
se acabó tu numen, tu marido es el que escribe y tú la que firmas.
Y un día que publiqué en El
Imparcial de Madrid un artículo relatando la inaceptable y machista costumbre
llamada "prostitución hospitalaria", que todavía perduraba entonces
en algunos lugares de la costa gallega, y que consiste en que los hombres
ofrecían a los marineros que acogían en sus casas el regalo de pasar la noche
manteniendo trato carnal con sus esposas o hijas, aquellos
"rexionalistas" se lanzaron contra mi diciendo que yo quería desprestigiar
a Galicia difundiendo mentiras. Me indigné, pero no pude hacer nada contra
ellos, porque no tuve el apoyo de Manuel ni de nadie.
Publicado en Los Lunes del Imparcial, “Costumbres gallegas”,
4 de abril de 1881. (Ver texto de la carta que Rosalía envió a Murguía el 26.6.1881, reproducido más abajo).
Cuando se produjo mi fallecimiento,
mi marido destruyó algunas de mis cartas, y varios artículos y obras que yo
había conservado para que se publicaran, como la historia de mi abuelo José
Castro. Incluso después de muerta seguí sufriendo agravios de aquellos hombres,
que manipularon mi memoria y modificaron partes de mis obras (borrando párrafos
feministas, o críticas a la Universidad de Compostela); también se aficionaron
a cambiar la ortografía de las obras que escribí en gallego, para publicarlas
en un gallego oficial y frío que no era el que se hablaba antes ni ahora: ya no
son mis palabras sino las suyas.
Se ha dicho que fue Rosalía quien ordenó destruir las obras
que guardaba, pero no está demostrado que diera nunca esa orden, y no parece
lógico que lo hiciera, sobre todo cuando se había anunciado la publicación de varias obras (Diccionario de Escritores Gallegos, Murguía 1862:149), incluyendo la "Historia de mi abuelo", que fueron destruidas; a la vista de otros comportamientos de su Marido se
puede pensar que destruyó las obras de Rosalía que no le gustaban o no venían
bien a sus propósitos políticos, según su propio interés. En la biografía de Murguía escrita por X.L. Axeitos y X.R. Barreiro (Xerais, 2000) se dice de él: "como consecuencia a súa historia selecciona a información (podería pensarse que interesada ou sectariamente), prescindindo de todos aqueles datos pouco expresivos ou irrelevantes para o seu obxectivo principal: nacemento e evolución da nacionalidade galega".
Algunos estudiosos afirman que Murguía
quemó muchas cartas de Rosalía voluntaria e interesadamente: ver.
Cantares gallegos fue publicado, hace hoy 150 años en Vigo,
incluyendo al final un Glosario de términos gallegos con su traducción al
castellano. Esa fue la voluntad de Rosalía, y me parece mucho más apropiada esa
manera de proceder (conservar íntegra la ortografía de Rosalía) que la que
hacen algunos reeditores de su obra. Es como si al reeditar El Quijote se
escribiera “no hace mucho tiempo que vivía…” en vez de “no ha mucho tiempo que
vivía” como escribió Cervantes. Murguía le encargó hacer ese glosario al editor
Juan Compañel, quien se lo envió a don Juan Manuel Pintos para que lo revisara
(Filgueira Valverde en AAVV 1975-IX, p.24).
En la obra en prosa de Rosalía titulada Flavio (1861) aparecían los siguientes
párrafos despreciativos hacia la Universidad de Compostela, que Murguía
suprimió: “… Pues mi inteligencia no crecería más con haber penetrado como
muchos en la gran universidad compostelana. Infinitos conozco que han oído allí
en vano por largos años pomposos discursos, saliendo tan torpes al fin de su
carrera literaria como si jamás hubiese llegado hasta ellos una sola palabra de
ciencia” (Mauro Armiño, Edición de Obras Completas de Rosalía de Castro, vol 3,
AkaL, Madrid, 1981, p.7). Murguía también modificó la segunda edición de En las orillas del Sar, la última obra de Rosalía, eliminando párrafos que consideró inadecuados. El trabajo de Diego Pardo explica muy bien las manipulaciones que hizo Murguía sobre la vida y la obra de Rosalía
(Ver).
Y como colofón, sufrí el infamante
secuestro de mi cuerpo: porque yo había sido enterrada en el cementerio de
Iria, en Padrón, donde había pedido expresamente descansar para siempre; pero
seis años después de mi óbito aquel grupo de regionalistas, con mi marido al frente,
perpetraron la exhumación y me trasladaron a un mausoleo que habían hecho para
mí en Santiago, convirtiéndome contra mi voluntad en musa y objeto de culto de
su ideología, a pesar de que yo había renegado de ellos y había dejado de
escribir en gallego como respuesta a su inquina.
Esto último se hace evidente en la famosa carta de Rosalía a Manuel Murguía fechada en Lestrove (Padrón)
el 26 de junio de 1881 (Publicada por Naya Pérez en 1953), escrita como reacción ante las
críticas de sus amigos: “me extraña que insistas todavía en que escriba un nuevo
tomo de versos en gallego”; “Ni por nueve mil reales volveré a escribir nada en
nuestro dialecto, ni acaso a ocuparme de nada que a nuestro país concierna”; “Se
atreven a decir que es fuerza que me rehabilita ante Galicia”; “¿Qué algarada
ha sido esa que en contra mía han levantado?”; “Ya que tan dañada intención han
encontrado en lo que narré…”; “Hazle presente al Editor de mi resolución de no
volver a coger la pluma para nada que pertenezca a este país, y menos para
escribir en gallego”.
Este episodio de la vida de Rosalía no ha sido muy aireado
por los que la encumbran como icono de sus ideologías. Xesús Alonso Montero lo
designó “la dimisión de Rosalía”.
Encarna Alonso Vaquero en su trabajo “Madre Rosalía, ruega por nosotros” (publicado en Feminismo en 2010), analiza la
construcción de su mito y sus relaciones con el nacionalismo gallego, y escribe
que “con frecuencia se pasa por alto en esa construcción de su imagen mítica la
cuestión del abandono de Rosalía del uso del gallego como lengua literaria” (Nota
16). En el resumen de su tesis se puede leer: "Rosalía de Castro ha sido a lo largo
del tiempo un personaje sujeto a muchos intereses, lo que ha generado la
construcción de una imagen mítica alrededor de su obra y de su propia
biografía. Ha llegado a ser considerada símbolo nacional de Galicia, icono y
origen de la literatura gallega desde la publicación en 1863 de Cantares
gallegos".
Puede consultarse
en este enlace el relato de la exhumación y traslación de los restos mortales de Rosalía desde Padrón a Santiago el 25 de mayo de 1891, promovida y llevada a cabo por la Asociación Rexionalista Galega. Manuel Murguía (que era co-director de esa Asociación, junto con Alfredo Brañas) no participó físicamente en el traslado, probablemente por la vergüenza y culpa que sentía de estar violando la voluntad de su mujer de reposar en el cementerio de Padrón.
Termina aquí mi denuncia. Gracias
por atenderme. Sólo les ruego que hagan lo posible para que devuelvan mis
restos mortales a mi querido cementerio de Padrón. ¡Quiero descansar en paz,
sin que los hombres me impongan su voluntad! ¡Quiero ver el mar! Soy Rosalía
Castro de Murguía: ¡por favor: ayúdenme!
Ningún biógrafo pone en duda la voluntad de Rosalía de ser
enterrada en el cementerio Padronés de Adina (Iria Flavia), cantado en sus
versos. En la crónica de su muerte, publicada en la Gaceta de Galicia el día siguiente (el 16 de
julio de 1885), el cronista, presente junto con la familia en sus últimos momentos,
especifica: “Dispone que se la entierre en Iria”, y relata que sus últimas palabras
fueron dirigidas a su hija Alejandra: “Abre esa ventana que quiero ver el mar!”
Que Rosalía Castro tenía como lengua materna y habitual el
castellano y que ese fue el idioma que usaba habitualmente, es algo que muchos
defensores de una Galicia independiente de España niegan o desconocen, y así se
le da a entender a los niños en nuestros colegios. Se considera que el discurso
de Emilia Pardo Bazán en la velada celebrada en el Liceo de Artesanos de la
Coruña el 2 de septiembre de 1885 para honrar la memoria de Rosalía Castro
marca el comienzo de lo que se ha llamado la “santificación” de Rosalía,
recogido en la publicación “La Poesía
regional gallega” (La Coruña 1888, recogido en “De mi tierra”, Xerais-Vigo 1984,
pp.11-49). Podemos leer: “Subraya la autora el problema que se les plantea a
los escritores gallegos del XIX, construir en gallego lo que pensaron en
distinta lengua, cosa que puede explicar que la producción casi exclusiva del
renacimiento literario escribe en poesías líricas”.
Hace unos años solicité por escrito a la Fundación Rosalía de Castro que devolvieran los restos mortales de Rosalía a Padrón: me contestaron que estudiarían mi propuesta, pero no me volvieron a escribir: lo deben estar pensando todavía...
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Mausoleo en Bonaval (Santiago) donde ¿descansa? Rosalía. |