UPyD apareció en
2007 ofreciendo una alternativa política novedosa y atractiva que atrajo a
miles de ciudadanos descontentos e indignados con lo que estaba pasando, que se mostraron dispuestos a implicarse en política activa. Sin embargo, el partido de Rosa Díez no se preocupó por mantener
algo que en teoría ofertaba a los ciudadanos: la democracia interna.
Se puede decir que UPyD ha hecho un gran daño al ecosistema del caladero en el
que ha lanzado sus redes, pues tras haber captado a miles de ciudadanos que se
afiliaron a UPyD con esperanza e ilusión, la mayoría de ellos (tres de cada cuatro) se han ido, sintiéndose defraudados y traicionados al comprobar que el partido funciona de forma autoritaria y oligárquica, a pesar de que Rosa Díez lo niegue e incluso presuma de dirigir una estructura democrática, ética y transparente (UPyD "es un referente ético y político de regeneración democrática", ha dicho).
Estoy seguro de que UPyD tiene
el triste record, digno de figurar en el Guinness, de ser el partido que más
porcentaje de afiliados ha perdido en sus primeros años de vida. Ya el año 2008 un grupo de afiliados publicó las primeras críticas contra Rosa Díez y su Consejo de Dirección, acusándoles de falta de transparencia; aparecieron los primeros casos de afiliados expedientados por denunciar que UPyD impedía la comunicación entre los militantes e imponía el pensamiento único y centralista de Rosa y de su grupo. Con dos años
de vida, en 2009, se publicó que 75 de los 125 miembros del Consejo Político inicial o fundacional ya se habían ido del partido; y UPyD sufrió una grave crisis con motivo de la presentación de una
candidatura alternativa a presidir el partido, integrada por un grupo de afiliados que denunciaban falta de democracia interna: tras alcanzar cerca del 19% de
los votos en el I Congreso de UPyD, algunos de esos afiliados, a los que Rosa llamó batasunos, fueron expedientados por la dirección; y todos acabaron abandonando el partido. Al año siguiente un grupo de 150 ex afiliados, bastantes de ellos ex dirigentes del partido, presentaban un manifiesto denunciando que UPyD era un fraude. El goteo de abandonos sonados, como el de Mikel Buesa, cofundador y nº 2 en Madrid, ha continuado desde el principio, incluso con salidas masivas, como los 36 afiliados de Cantabria que se dieron de baja el pasado verano.
Las cifras son indiscutibles. En junio de
2009 eran 4.781 los afiliados de UPyD con derecho de voto; el partido dijo que
en 2011 habían alcanzado 6.634 afiliados, pero el dato de electores en
septiembre de 2011 era 6.305; en septiembre de 2013 se situaba en 6.013, y en
enero de 2014 el número de afiliados electores había bajado hasta 5.276. Durante el II Congreso de UPyD
celebrado hace 6 meses un delegado dijo, en tono crítico, que
el número de ex afiliados era 16.000, basando sus datos en que la numeración
correlativa de afiliados había empezado en el nº 1.000 y en ese momento pasaba del nº 23.000,
de los que en esas fechas sólo quedaban en activo 6.000. Rosa Díez contestó a ese afiliado negando la existencia de cualquier problema en UPyD, y acusando a los afiliados que se habían ido de ser unos arribistas indeseables; pero no refutó el dato de los 16.000 ex afiliados. Se puede calcular, pues, que el 77% de los ciudadanos que se afiliaron a UPyD en sus
primeros seis años de vida, más o menos tiempo después se dieron de baja. Es posible que algunos se hayan ido de UPyD por no poder pagar la cuota, y otros porque no veían
colmadas sus expectativas de obtener poder; pero la mayoría se ha ido (ver estudio), por la falta de democracia interna comprobada. Algunos se marcharon escribiendo artículos muy duros contra UPyD como Álvaro Ballesteros, confeccionador de programas electorales y número 3 de UPyD en las pasadas europeas, que acusaba a Rosa Díez de haberse montado un negocio político engañando a miles de españoles que se habían afiliado a UPyD llenos de ilusión.
La mayoría de los ex afiliados se han ido de UPyD guardando silencio, para no perjudicar a los compañeros locales que todavía quedaban en UPyD, y porque seguían pensando que las ideas y los programas del partido eran la mejor opción (o la menos mala) para poder arreglar los problemas de nuestra sociedad. Y cada vez somos más los afiliados de UPyD (yo lo soy, desde septiembre de 2009, aunque estoy sancionado por ser crítico) que pensamos que seguir callando suponía colaborar con un gran fraude político a la ciudadanía, una vez que hemos comprobado que los dirigentes del partido mienten y encubren las prácticas corruptas y las violaciones de los Estatutos que ellos mismos cometen.
Afortunadamente están apareciendo alternativas políticas a UPyD: incluso partidos que defienden los mismos postulados, hacia los que UPyD, si realmente quiere defender los intereses de los ciudadanos y no la permanencia en el poder de Rosa y sus amigos, debería tender lazos...
Las ideas de
un partido se pueden copiar; sin embargo los afiliados que las llevan a cabo son fundamentales y de alguna manera insustituibles. Nadie se apunta a un partido que tenga muy buenas ideas si sus dirigentes no demuestran que son válidos y de fiar. Pero en UPyD, cuando se lleva un tiempo dentro, se comprueba que el partido desprecia y neutralizan a los afiliados, salvo que sean sumisos y afines al Consejo de Dirección. Y la gente digna no suele aguantar.
UPyD va a
pagar las consecuencias de su comportamiento: comprobarán que son incapaces de
garantizar su implantación a largo plazo y la defensa de sus programas en los
ámbitos políticos locales. En algunas localidades UPyD ya se ha quedado casi sin afiliados, y en las siguientes elecciones se les verá el plumero; y para salvar los muebles tendrá que echar mano a independientes, y
se les colarán caciques locales y aprovechados, o al menos no serán los mejores que
pudieron haber sido. Pero a ellos no les importa: es famosa la frase de Carlos Mnez. Gorriarán, el nº 2: "no necesitamos afiliados, sino votos". Mal asunto.
Porque el problema de UPyD con sus afiliados
no va a ser sólo de número, sino de calidad. Rosa Díez proclamaba (sobre todo
al principio) que UPyD es un partido revolucionario.
Cuando surgen las revoluciones los primeros ciudadanos que se suman a ellas
suelen ser la clave para el éxito: los más entusiastas y los más luchadores... los
mejores. Los que se mantienen al margen y no se suman cuando la revolución está
empezando, sino que se apuntan más tarde, cuando el proyecto ya funciona, es
más probable que no sean unos auténticos revolucionarios, y se pueden encontrar entre ellos más elementos de la masa acrítica y aborregada.
UPyD ha perdido su gran oportunidad. Y sus dirigentes deberían entender que seguir así es insostenible: su agresión a la naturaleza (el engaño a los ciudadanos y la traición a sus afiliados) le va a ocasionar un empobrecimiento y una pérdida de biodiversidad que le va a convertir, tarde o temprano, en un ecosistema degradado. Una burbuja que explotará.
Para crecer en UPyD es mucho más importante la cercanía al poder político interno que el talento.
ResponderEliminarLo que ha pasado en Murcia, donde la Comisión Electoral de UPyD (que aunque quieran negarlo depende del Consejo de Dirección) ha anulado unas elecciones internas en las que los afiliados han votado a favor de la candidatura nº 2 que no era la que querían los que mandan en UPyD, que querían seguir controlando el partido en esa Comunidad manteniendo en el poder a su amigo el candidato nº 1, es un clar ejemplo.
UPyD ha alejado a los mejores de la política. Y los sigue alejando.