Consideraciones acerca del conflicto educativo.

La Xunta ha aumentado las horas de clase a los profesores de Primaria y Secundaria, dentro del mismo horario que tenían (análisis en la prensa). Y se ha generado un preocupante conflicto (leer noticia).
Doy clases en la Universidad de Vigo, y sé bien que el trabajo como profesor no es sólo dar clases, sino también prepararlas, dirigir grupos de trabajo, poner y corregir exámenes, hacer tutorías y colaborar en la organización global del Centro. Pienso que no se pueden modificar las condiciones de trabajo sin acuerdos y sin aumentar el salario. También a mi me explotan laboralmente en el mundo sanitario en el que trabajo, sufro el mismo tipo de injusticia, y entiendo el cabreo que tienen todos esos profesores, y me solidarizo con ellos. Asumimos que en esta época de crisis todos tenemos que arrimar el hombro y cargar un poco más de peso, pero con ecuanimidad: ya se les redujo un 5% el salario a todos los funcionarios hace un año, por lo que ahora los profesores son doblemente castigados.
La enseñanza tiene un alto grado de vocación, y hay profesores entregados que dan mucho para el modesto salario que reciben. Pero también hay profesores que quieren trabajar lo menos posible, y que lo consiguen: hacen poco y mal, y ganan mucho más de lo que deberían ganar. Pasa exactamente igual con los médicos. Estoy seguro de que a los buenos docentes el Decreto de la Xunta les va a suponer un esfuerzo proporcionalmente mucho mayor, mientras que los segundos van a seguir escaqueándose, muchas veces encubiertos por la Dirección de los centros. Por eso pienso que, aunque sería más complejo, habría que aplicar medidas personalizadas, analizando el caso de cada profesor, aumentando la carga laboral a los que menos hacen.
Yo también estoy preocupado por Galicia y por España, y estoy convencido de que si no mejoramos la enseñanza pública nuestro futuro será crítico. Lo cierto es que la reducción de horas lectivas que se acordó en Galicia el año 2007, que es lo que ahora la Xunta quiere revocar, no ha ido acompañado de una mejora en los resultados educativos. La evolución del fracaso escolar es preocupante, y los indicadores de las evaluaciones PISA no son nada favorables en el entorno de competitividad mundial en el que vivimos. Si hay que mejora la educación, hay que tomar medidas más profundas. El problema no es sólo de recursos, sino de gestión, y de formar y buscar a los mejores maestros, y cuidarlos. Para muchos es necesario un gran pacto de Estado, y habría que acabar con los 17 planes de estudio diferentes que tenemos en España, uno por Autonomía, volviendo a ser Educación competencia del Estado, para garantizar cohesión e igualdad, favorecer la movilidad, y ganar en eficacia y eficiencia. Esta propuesta de momento sólo la defendemos en UPyD, aunque seguro que pronto también nos la empiezan a copiar (leer artículo).
Por cierto, la calidad de la enseñanza no es proporcional al número de alumnos por clase: yo recibí una buena educación en el Instituto Ramiro de Maeztu de Madrid, y recuerdo que siempre fuimos más de 40 en cada aula. Y si hacen falta profesores de apoyo, se puede decretar que todos los que están cobrando el paro vayan a los colegios a colaborar o a vigilar en los recreos y en los autobuses.
Me indigna escuchar a la Xunta del PP mintiendo al decir que no se disminuye la calidad de la enseñanza. Me parece cínico que los dirigentes del PSOE se unan ahora a las quejas de los profesores, cuando esta crisis es consecuencia, en gran medida, de los 7 años de gobierno socialista. Y me desagrada ver a los sindicatos politizados aprovechándose de este problema laboral de los profesores: opino que un gran lastre para conseguir una buena enseñanza pública de calidad es que haya personas metidas en los colegios cuyo objetivo no es el bien de nuestros hijos, sino que pretenden inculcarles, como si fueran sacerdotes de una nueva religión, sus peculiares ideas políticas nacionalistas, o imponer un determinado idioma.

Manifestación en Santiago contra el decreto de la Xunta.